Thursday, May 26, 2011

Más Sobre la Derecha Latinoamericana: Movimientos Autonomistas Conservadores

Foto: Protestas en Bolivia.
Fuente: hacer.org
En mi entrada anterior comentaba un artículo acerca del nuevo papel de la derecha en Latinoamérica y algunas áreas importantes donde enmarcar su estudio. Las victorias de candidatos de derecha en las elecciones presidenciales de Chile, Honduras y Panamá -sumadas a los casos de Colombia, Perú y México- parecieran detener el "giro a la izquierda" que venía dando la región en los últimos años. Sin embargo, el papel de la derecha está lejos de ser circunscrito a gobiernos nacionales y, por el contrario, a nivel local ha mostrado una importante dinámica que vale la pena estudiar.
 
En el número más reciente del Comparative Politics, Ken Eaton presenta un estudio sobre grupos sub-nacionales de derecha con influencia política importante: los Movimientos Autonomistas Conservadores en Santa Cruz (Bolivia) y Guayas (Ecuador). En ambos casos, las demandas de autonomía por parte de estos grupos buscan defender modelos de libre mercado y autonomía fiscal; sus líderes argumentan que bajo las políticas de los gobiernos de Evo Morales y Rafael Correa, respectivamente, los beneficios económicos que obtienen estas regiones se han visto amenazados. Las quejas de estos movimientos tienen como punto de origen común las políticas redistributivas que han llevado a cabo los dos gobiernos nacionales en los últimos años. Siendo Santa Cruz y Guayas las regiones más productivas de sus países, las demandas de estos grupos buscan garantizar el acceso de ellas a un mayor porcentaje de sus recursos fiscales. No obstante, según el autor del estudio, el trasfondo de estas demandas es el interés de llevar a cabo modelos de desarrollo diferentes a los que se aplican a nivel nacional.

Eaton desarrolla la hipótesis según la cual la separación geográfica de los poderes político y económico es una condición necesaria para el ascenso de Movimientos Autonomistas Conservadores: la concentración del poder político en La Paz y Quito, y el poder económico en Santa Cruz y Guayas, respectivamente, es un patrón que no se encuentra en ningún otro país de la región. Esto, combinado con la presencia de gobiernos nacionales que buscan subvertir el statu quo, ha generado una crisis de representación que se ha traducido en la presencia y ascenso de estos movimientos. Ahora, en términos de su importancia comparativa –mayor en Bolivia que en Ecuador- el autor explica que es resultado del mayor reto que ofrece la constitución de un partido indígena poderoso en Bolivia (Movimiento al Socialismo), la mayor importancia de sus clivajes étnicos, y la reversión de reformas de mercado que se han efectuado bajo el gobierno de Evo Morales.
 
El carácter reaccionario de estos movimientos ha sido una espada de doble filo; por un lado, su defensa de los intereses de las clases más altas le ha permitido obtener el apoyo de partidos conservadores (PODEMOS en Bolivia y el Partido Social Cristiano en Ecuador), asociaciones de empresarios, asociaciones civiles lideradas por la élite y gobiernos sub-nacionales. Sin embargo, esto mismo ha significado un obstáculo importante en términos de movilización de las masas, ya que un amplio sector de la población percibe estos movimientos como de carácter elitista. Así, los esfuerzos más importantes de los líderes de estos movimientos autonomistas han estado encaminados a enmarcar sus demandas en torno a la identidad territorial y no en términos de clase o etnia. La respuesta oficial no se ha hecho esperar, con Evo Morales condenado estas iniciativas como el trabajo de "oligarcas" que buscan defender la concentración en la propiedad de la tierra, y con Rafael Correa que, siendo de Guayaquil, le resta legitimidad a un movimiento que lucha por los intereses de la región.

Hay varios aspectos a los que vale la pena hacer seguimiento a partir de las demandas de estos Movimientos Autonomistas Conservadores. Por un lado, el costo en términos de estabilidad en dos países particularmente convulsionados políticamente; dentro de estos movimientos hay sectores altamente confrontativos que amenazan con escaladas de violencia e incluso intentos separatistas. Por otro lado, el éxito o fracaso de estos movimientos tendrá importantes repercusiones en materia de redistribución, tema trascendental en una región caracterizada por sus altos niveles de desigualdad económica. También hacen parte de este debate temas como el papel del Estado así como conceptos de solidaridad y nacionalidad.

Finalmente, aparece la discusión en torno a la identidad, un tema que he discutido en entradas previas de este blog y sobre el que pienso volver más adelante. En los casos de Santa Cruz y Guayas las élites han moldeado su discurso de tal forma que lo que originalmente constituye intereses de clase aparezca ante el público como intereses territoriales. Una de las preguntas que surge al respecto es en qué medida los sectores menos favorecidos se ven beneficiados –económicamente o de otra forma- tras una movilización de carácter territorial. En el caso de República Dominicana que discutía hace unas semanas, la identidad en términos de nacionalidad o etnia ha sido un obstáculo para la formación de partidos de izquierda que demanden transformaciones importantes del sistema económico. Por su parte en Bolivia, Colombia, Ecuador y Venezuela, esta identidad ha permitido la formación y ascenso de partidos políticos que materialicen algunas de las demandas de sus integrantes –en diferente medida en cada caso, desde luego.

Si bien en cada momento y lugar las prioridades de la población son diferentes y, por consiguiente, esta responde a identidades diferentes, es importante determinar el formato en el que se enmarcan los proyectos políticos para entender quiénes serán los beneficiados de un determinado curso de acción. Temas como la inmigración, protestas sociales, guerras civiles y contra países vecinos, entre otros, dependen crucialmente de estos marcos conceptuales y condicionan la participación en ellos por parte del grueso de la población. Los sectores de derecha en Santa Cruz y Guayas han hecho un trabajo importante en movilizar a la población en torno a intereses regionales; queda por ver, como decía antes, en qué medida esto podría traducirse en beneficios para la población que se ha movilizado y las repercusiones que esto tiene para nuestro entendimiento de conceptos como la nacionalidad.

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Referencias:

Eaton, Ken (2011) Conservative Autonomy Movements: Territorial Dimensions of Ideological Conflict in Bolivia and Ecuador. Comparative Politics, Vol. 4 No. 3, April.

Tuesday, May 24, 2011

La Derecha en Latinoamérica

Foto: Calderón, Santos, García, Piñera.
Fuente: daylife.com
Uno de los fenómenos políticos más importantes en Latinoamérica durante las últimas décadas es el ascenso al poder por parte de partidos de izquierda; los casos de Lula en Brasil, o los gobiernos de Concertación en Chile son, tal vez, los ejemplos más representativos de esta tendencia. El análisis de este fenómeno ha concentrado los esfuerzos de académicos y estudiosos de la región, quitándole atención a lo que ocurre a la derecha del espectro ideológico. Si bien hace algunos años sólo Perú, Colombia y México eran gobernados por líderes de centro-derecha, recientemente Honduras, Panamá y Chile se han unido a este grupo, lo cual indica la necesidad de avanzar en el estudio de este tipo de opciones políticas.

El número más reciente del Journal of Politics in Latin America incluye un artículo de James Bowen que analiza este fenómeno. El autor se plantea dos objetivos interrelacionados: determinar los fundamentos ideológicos de los grupos de derecha, y estudiar las formas por las cuales estos grupos se organizan y se movilizan para alcanzar sus objetivos. A pesar del legado que reciben los partidos y grupos de derecha existentes –la fusión de los antes antagónicos partidos liberal y conservador, por ejemplo-, estos enfrentan hoy un escenario distinto que resulta del reciente movimiento de la población hacia el centro del espectro ideológico, lo que obliga a un cambio de sus estrategias de movilización. Así, el artículo propone cuatro áreas para el estudio de la derecha en Latinoamérica: 1. la agenda política, 2. la organización interna y práctica política, 3. la capacidad de poder, y 4. el ambiente institucional.

Respecto a la agenda política, Bowen identifica ideológicamente a la derecha en un rango que va desde el conservatismo hasta el libertarianismo; es decir, desde relaciones estrechas entre Estado e instituciones religiosas, preferencia por el orden en conflictos sociales y posiciones conservadoras en temas sociales como la homosexualidad y los métodos anti-conceptivos, hasta un papel limitado del Estado en la toma de decisiones de los individuos. En cuanto a su relación con la clase capitalista, las posibilidades van desde inclinarse por el mercado como mecanismo de asignación de recursos, hasta el favorecimiento de la clase empresarial.

En términos de la organización interna y la práctica política, el carácter minoritario de los núcleos de influencia de la derecha hace que su capacidad de movilización política sea limitada; esto obliga a una relación directa de la clase empresarial con los gobiernos, en la cual los partidos políticos de derecha juegan un papel mediador importante. El tipo de desempeño que tienen estos partidos depende en buena medida de la estabilidad e institucionalización de la vida política: en ambientes más institucionalizados la derecha juega un rol más moderado, mientras que en aquellos donde las instituciones son débiles, aparecen incentivos grandes para la radicalización.

La siguiente área de atención para el estudio de la derecha es su capacidad de poder; esta incluye recursos monetarios, conexiones con actores internacionales, y su capacidad armada –ya sea a través del ejército o con organizaciones paramilitares. En ese sentido, el tipo de economía de cada país determina la agenda económica de los partidos de derecha: oligárquica, donde la economía doméstica es fuerte; tecnocrática, donde los sectores exportadores y los inversionistas extranjeros son dominantes.

Finalmente, la cuarta línea de análisis que propone el autor es el ambiente institucional. Dado que los partidos de derecha no comparten un origen común –como sí ocurre con muchos partidos de izquierda en relación con la represión que algunos de sus miembros sufrieron durante las dictaduras militares-, su desempeño y agenda estará parcialmente condicionada por el comportamiento de los partidos –presumiblemente de izquierda- que los preceden en el poder: a mayor radicalismo de la izquierda, mayor radicalismo de la derecha. No obstante, esto plantea dilemas importantes, ya que si bien la presencia de un partido de derecha fuerte constituye un gran activo para una sana democracia, una organización coherente por parte de la izquierda puede conducir a que sus oponentes hagan lo mismo y constituyan un partido coherente de derecha. Nada malo hasta ahí. Sin embargo, el fortalecimiento e institucionalización de la izquierda puede hacer que la derecha llame a una intervención militar como ha sido costumbre a lo largo de la región.

En este respecto, Bowen es enfático en cuestionar la voluntad de la derecha de jugar de acuerdo a las reglas de una democracia: cuando sus intereses se ven favorecidos, un sistema político democrático resulta conveniente para los grupos de derecha, sin embargo, "[En casos] donde las élites sienten que sus intereses están siendo atacados, no se pueden descartar opciones anti-democráticas. Durante las últimas dos décadas las élites han apoyado, exitosamente o no, golpes militares en por lo menos cuatro países Latinoamericanos (Ecuador, Honduras, Perú y Venezuela) y parecen haber contemplado opciones antidemocráticas en otros" (p. 120).

A pesar de estas dificultades, parece ser una mejor opción para la sociedad la conformación de partidos de derecha coherentes que sigan las reglas del juego democrático frente a sus similares de izquierda, que enfrentar opciones ilegales que defienden los intereses de las élites. Casos como las alianzas entre empresarios regionales y ejércitos armados ilegales con el visto bueno de políticos locales, representan, sin duda, la peor de estas opciones y desdibujan cualquier intento de la sociedad por crear y fortalecer instituciones y prácticas democráticas.
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Referencias:

Bowen, D. (2011) The Right in "New Left" Latin America. Journal of Politics in Latin America. Vol 3, No. 1, 99-124.

Monday, May 23, 2011

Comentarios al Libro “De Movimientos a Partidos en Latinoamérica. Evolución de la Política Étnica”

En mi entrada anterior en este blog comentaba un artículo que discute las razones por las cuales no ha surgido un partido de izquierda en la República Dominicana. Una de estas razones es la importancia del discurso nacionalista anti-Haitiano que se ha manejado históricamente en el país y que, entre otras consecuencias, ha dividido a las clases populares de acuerdo a su origen. Así, nación y etnia han jugado un papel más importante que clase en la identidad de los sectores menos favorecidos, lo que dificulta la formación de un partido de izquierda con posibilidades electorales.

Pero si en la República Dominicana las diferentes identidades han dificultado la formación de un partido de izquierda, en otros países de la región la etnicidad ha sido el eje alrededor del cual se articulan algunos partidos políticos. El libro de Donna Lee Van Cott de 2005 “De Movimientos a Partidos en Latinoamérica. Evolución de la Política Étnica” se centra precisamente en el estudio de las condiciones que facilitan la formación y consolidación de partidos étnicos en la región, así como aquellas que permiten a los movimientos sociales convertirse en vehículos electorales.

La metodología del libro es el "Análisis Sistemático de Procesos", según la cual el proceso que genera un resultado recibe tanta atención como las variables causales involucradas en su determinación. La investigación se basa en entrevistas de la autora en Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina y Perú, lo que le permite contrastar casos donde se han consolidado partidos étnicos frente a otros donde esto no ha ocurrido.

La autora clasifica las posibles variables independientes en tres grupos: instituciones, sistemas de partidos y movimientos sociales. En cuanto a las instituciones, sobresalen el nivel de descentralización, facilidad de acceso a las boletas electorales (tarjetones), curules reservadas para grupos indígenas, sistemas de representación proporcional y umbrales mínimos, como condiciones relativamente favorables para la formación y desempeño de los partidos de origen étnico.

En cuanto a las características de los sistemas de partidos, Van Cott destaca su fragmentación y "desalineación": los partidos dominantes en los países de la región obtienen cada vez un menor porcentaje del total de los votos. Igualmente, identifica como una variable trascendental la debilidad de los partidos de izquierda, lo que abre posibilidades para que nuevos partidos ocupen su lugar en el espectro ideológico.

Finalmente, otro grupo de variables importante para determinar la formación y desempeño de partidos étnicos es el relacionado con el desempeño de los movimientos sociales con identidad étnica. En este sentido, tener acceso a un proceso de reforma Constitucional, una densa red de afiliados, la madurez de la organización de los movimientos indígenas y los efectos trasnacionales de difusión, afectan positivamente las oportunidades de desarrollo y consolidación de partidos étnicos.

Usando estos grupos de variables, la autora describe los procesos que llevaron al desarrollo de partidos étnicos en Bolivia y Ecuador; es interesante destacar que la investigación termina justo antes de que Evo Morales subiera al poder en Bolivia, lo que resalta aún más los resultados de este trabajo. Así mismo, muestra como en el Perú, donde el tamaño de la población indígena haría esperar la formación de un movimiento indígena políticamente fuerte, la lucha contra el terrorismo y el cambio en las reglas de juego establecido por el gobierno de Alberto Fujimori, imposibilitaron el desarrollo de partidos étnicos con posibilidades electorales.

Seguido al estudio de estos tres países, Van Cott analiza de forma combinada los casos de Argentina, Colombia y Venezuela: mientras en el primero la concentración de poder de las élites locales ha dificultado la formación de partidos étnicos, en los dos siguientes estos partidos han tenido resultados remarcables dado el reducido tamaño de su población indígena. Su participación en procesos de reforma Constitucional ha sido uno de los principales activos de estos movimientos en su proceso de consolidación como partidos políticos.

Un tema que aparece a lo largo de los diferentes casos es el papel que han jugado de los partidos de izquierda en el desarrollo de movimientos étnicos y sus posibilidades como partidos políticos. Históricamente, la izquierda –típicamente movilizada por asuntos de clase- ha representado un obstáculo para los movimientos étnicos. En múltiples ocasiones los líderes indígenas han estado subordinados a los líderes de estos partidos, mientras que en muchos otros se ha presentado un proceso de cooptación de los líderes indígenas y, por consiguiente, la debilitación de sus movimientos. De hecho, como mencionaba anteriormente, es la debilidad –y no el fortalecimiento- de los partidos de izquierda tras la caída del muro de Berlín, un aspecto que ha facilitado la consolidación de partidos con identidad étnica en los últimos años.

Tal vez el caso más dramático en cuanto a las dificultades planteadas por la izquierda tradicional se encuentra es el del Perú, donde incluso la simbología indígena ha sido apropiada por las élites políticas e intelectuales mestizas. Esto ha reducido notablemente las posibilidades de encontrar un discurso y símbolos que identifiquen políticamente a los indígenas peruanos y, por consiguiente, ha retrasado la formación de un movimiento político fuerte.

El libro cierra con un balance de implicaciones positivas y negativas resultantes de la formación y ascenso de partidos de origen étnico en la región. Contrario a lo que ha ocurrido en otras partes del planeta, en Latinoamérica el discurso étnico no ha generado conflicto étnico ya que, entre otras razones, ha buscado el apoyo de personas y grupos no-indígenas. Adicionalmente este discurso ha integrado al sistema político grupos que hasta hace poco habían permanecido excluidos, al tiempo que ha introducido nuevos temas en la agenda política y ha recordado que, en un momento donde los partidos tradicionales cada vez se desdibujan más, las ideas políticas siguen importando.

Sin embargo, la inclusión de movimientos indígenas en los sistemas políticos modernos también tiene su costo: desde el cambio de la estructura interna de los movimientos indígenas hasta la penetración y contaminación de su cultura ancestral. No obstante, no es políticamente correcto hablar de sistemas políticos democráticos que perpetúan la exclusión de grupos de su población –por pequeños y marginales que estos sean.

El libro de Van Cott es una contribución importante a la comprensión de la formación y desempeño de partidos de origen étnico. Así mismo, plantea una nueva dimensión para entender la política de la región, en particular en la izquierda del espectro ideológico, y muestra cómo el concepto de identidad sigue siendo importante para la articulación de proyectos políticos incluyentes.

Monday, May 2, 2011

Continuidad del Sistema de Partidos Dominicano: ¿Un Problema de Identidad?

Leonel Fernández, Fuente: Noticias SIN
Las décadas de 1980 y 1990 en Latinoamérica estuvieron marcadas por un proceso de convergencia hacia un conjunto limitado de opciones de política económica; en la mayoría de países de la región las diferencias ideológicas entre los partidos políticos tradicionales fueron desapareciendo durante este período. No obstante, cuando se hace evidente la incapacidad del modelo económico dominante de mejorar las condiciones de vida de millones de personas, aparecen al menos dos opciones claras: i) la diferenciación ideológica de los partidos a fin de capturar el voto de los sectores menos favorecidos - sin que esto implique desafiar al sistema de partidos-, y ii) la aparición de retos mayores al sistema tradicional de partidos. México y Uruguay hacen parte del primer caso; Venezuela, Bolivia y Colombia hacen parte del segundo.

Sin embargo, hay también una tercera opción: preservar intacto el sistema de partidos –específicamente, permitir la consolidación de los partidos tradicionales de centro-derecha. En un artículo reciente en el Latin American Politics and Society, Jana Morgan, Jonathan Hartlyn y Rosario Espinal investigan por qué con los problemas sociales y económicos típicos de la región, y en presencia de convergencia ideológica entre los partidos tradicionales, el sistema de partidos políticos en la República Dominicana ha permanecido intacto en los últimos años.

Los autores identifican cuatro posibles razones en la literatura para explicar la continuidad del sistema de partidos y proceden a determinar en qué medida estas se ajustan al caso Dominicano. La primera de estas razones es una percepción relativamente positiva frente al desempeño económico, lo que le permite a los partidos tradicionales tomar crédito por el diseño de política. En este sentido, la República Dominicana ha tenido períodos de crisis relativamente cortos acompañados de recuperaciones rápidas, lo que reduce la posibilidad de aparición de opciones diferentes a las de centro-derecha.

La segunda posible razón es el carácter clientelista del Estado, a partir del cual los políticos dan beneficios materiales a cambio de apoyo electoral; a mayor clientelismo, menor espacio para nuevas alternativas políticas. En el caso dominicano esta práctica es común y se remonta al período de Trujillo (1930-1961), y en la actualidad sigue siendo bastante fácil para muchos ciudadanos tener vínculos clientelistas con el Estado.

Una tercera posible explicación consiste en la fragmentación de los sectores populares: en la medida en que los sectores más vulnerables de la población se encuentren desintegrados, se reducen las demandas hacia el Estado, con lo cual se favorece la preservación del status quo –en este caso, el sistema de partidos tradicionales. Sin embargo, al analizar la situación de los grupos menos favorecidos en la República Dominicana hablamos de un importante sector de la población de origen Haitiano, cuya situación en términos de derechos y libertades es bastante inferior a aquella de la de origen Dominicano. Más aún, históricamente el país ha manejado un discurso étnico y nacionalista en contra de los haitianos, lo que hace que estas identidades sean más importantes en la población que aquella de clase o en torno a problemas económicos.

Finalmente, otra posibilidad consiste en las actividades de los dominicanos en el exilio a causa del papel que las remesas juegan en la economía nacional; en particular, los lazos que los emigrantes tienen con los partidos tradicionales pueden ser determinantes al hablar de financiamiento de partidos y campañas políticas, lo que dificulta la aparición de nuevas opciones que desafíen el sistema partidista.

Los autores presentan evidencia estadística que apoya sus hipótesis: ideología, evaluación económica, prácticas clientelistas y recepción de remesas afectan la decisión de un elector de apoyar uno de los partidos tradicionales frente a mantenerse independiente. Por el contrario, la fragmentación social, capturada como apoyo a los haitianos o haber sufrido discriminación, no juega un papel importante a la hora de tomar decisiones políticas.

A partir de los resultados del estudio surge una importante conclusión en términos de la complementariedad de las diferentes estrategias en su papel estabilizador del sistema político. Por un lado, un importante sector de la población se ve beneficiado por el crecimiento económico, remesas y prácticas clientelistas, lo cual hace que sea proclive a mantener el statu quo en términos de apoyar partidos de centro-derecha. Por otro lado, aquellos sectores que se han visto marginados de los logros macroeconómicos y que no tienen acceso a beneficios clientelistas, cuentan con muy limitadas – o nulas- opciones políticas que les permitan ejercer presión para tener un sistema más incluyente. Las clases menos favorecidas, sean de origen dominicano o haitiano, han respondido prioritariamente a su identidad de raza –usada exitosamente por los diferentes gobiernos- en lugar de identificarse mutuamente en sus dificultades económicas, como sí ha ocurrido en otros países. Tal opción, en casos como Bolivia, Ecuador y Venezuela, ha permitido la organización política y, por ese camino, la exigencia de transformaciones económicas.

El caso dominicano es un claro ejemplo de un sistema de partidos que sobrevive a pesar de ser dominado por escasas opciones y de enfrentar los retos socio-económicos característicos de los demás países de la región. En este caso, el discurso político étnico-nacionalista garantiza que amplios sectores de la población permanezcan excluidos y desarticulados políticamente. Un cambio de identidad –de raza a clase- podría jugar un papel clave en el futuro de la política dominicana.

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Referencias: 

Morgan, J., Hartlyn, J. and Espinal, R. (2011) Dominican Party System Continuity amid Regional Transformations: Economic Policy, Clientelism, and Migration Flows. Latin American Politics and Society, Volume 53, Issue 1, pp 1–32.