Esta semana el gobierno de Juan Manuel Santos cumple sus primeros cien días y, desde luego, con ello también se cumplen los primeros cien días de la oposición. Y es que sin duda durante estos meses la realidad política de Colombia ha mostrado hechos interesantes; la opinión pública dice estar gratamente sorprendida por las más sonadas políticas del nuevo gobierno y por algunos de los proyectos de ley que éste adelanta; su popularidad ronda por el 90%, y es indiscutible el cambio positivo en las formas frente al lamentable gobierno anterior.
Sin embargo, parece paradójico que uno de los reconocimientos que se le hace al gobierno de Santos frente a su antecesor -el respeto a la oposición- haya servido precisamente para que el papel de una verdadera oposición parezca desaparecer de la escena política. Hace pocos días en una de sus usuales salidas en falso, Antanas Mockus -quien tras su derrota en las elecciones presidenciales dijo que su Partido Verde haría parte de la oposición- afirmó: "Yo hubiera cuidado más la herencia de Uribe que Santos, pero la ironía de la vida es que Santos no está cuidando la herencia de Uribe como los "uribistas" lo suponían". ¿A qué herencia se refiere Mockus, que le preocupa tanto que Santos no haya cuidado? ¿La polarización del país, el ataque permanente a las Cortes, periodistas y oposición, o el riesgo permanente de un conflicto internacional como resultado de los caprichos personales de sus dirigentes? Más allá de esto, ¿es ese el tipo de oposición que Colombia se merece? Claramente no se equivocaban quienes en época de elecciones se referían a Mockus como "el cuarto candidato uribista".
Pero Mockus no es el único a ese lado de la orilla. La bancada del Partido de la U ha hecho explícito su inconformismo por la presencia del Partido Liberal y Cambio Radical en la Unidad Nacional lo cual, aducen, es una afrenta al "legado" de Uribe. Igualmente, en un reciente informe La Silla Vacía muestra la molestia que ha generado Juan Manuel Santos en varios sectores de ultra-derecha; algo impensable en tiempos de su antecesor. Así, ilustra las críticas de personalidades como Fernando Londoño y Enrique Gómez Hurtado al acercamiento entre Santos y Chávez, al igual que contra algunos de los proyectos estrella del gobierno como la Ley de Víctimas y la Ley de Tierras, a causa de su costo financiero. Otras críticas de origen similar son la elección de la terna para Fiscal, su "falta de lealtad" para con Uribe y sus devaneos con proyectos que califican como "de izquierda". Los conservadores, por su parte, están tan cómodos que esta semana propusieron un proyecto de ley para penalizar el aborto incluso en los tres casos en que actualmente se permite. ¡Bienvenidos a la edad media!
¿Y qué pasa al otro lado del espectro político? El acercamiento de Gustavo Petro a Juan Manuel Santos tras la elección de éste como mandatario de los colombianos, la decisión del Polo Democrático de no elegir a Petro como presidente de la colectividad y el inconformismo de éste ante la negativa de su partido, han tenido un efecto significativo sobre el papel de la oposición en este gobierno. A esto se le suman los escándalos desatados a partir del "carrusel de la contratación" que al principio parecía un problema exclusivo de la actual administración de Bogotá, pero del que ya hemos conocido su magnitud nacional, y los papeles de los gobiernos de Samuel Moreno -a nivel local- y de Alvaro Uribe -a nivel nacional- en la adjudicación de contratos y favorecimiento a los grupos empresariales responsables del descalabro. Sin duda, el papel de Gustavo Petro en las revelaciones sobre estos temas y sus ataques a Samuel e Iván Moreno, han marcado importantes diferencias al interior del Polo que ya algunos consideran insuperables.
Con la derecha y los Verdes añorando lo que pensaban sería el período de Uribe III, y el Polo dividido por sus pugnas internas, ¿dónde queda la verdadera oposición al gobierno de Juan Manuel Santos? Sería iluso pensar que el gobierno está haciendo las cosas tan bien que el país simplemente no necesita oposición. Más aún, es claro que aparte de los avances obvios logrados por Santos frente a los anteriores ocho años de oscurantismo político, pareciera que los medios están más ocupados con los escándalos del gobierno anterior que poco a poco salen a la luz pública, que con los desaciertos del gobierno actual. Es claro que un elemento fundamental para el fortalecimiento de una democracia es el papel dinámico, crítico e independiente de la oposición (algo que claramente Uribe nunca entendió). Que el gobierno sea respetuoso de la oposición no es un logro en sí mismo, como se le está concediendo al gobierno de Santos; por el contrario, es una condición mínima para hablar de una democracia que merezca su nombre.
Así, es de destacar el papel casi solitario que algunos Senadores y Representantes del Polo Democrático como Jorge Robledo e Iván Cepeda han jugado al mostrar las fallas del gobierno actual. Sus posiciones en temas trascendentales de la vida del país deben ser entendidas como una señal de que las cosas no son como nos dicen las encuestas de popularidad; esto ya deberíamos haberlo aprendido. Su crítica ha girado en torno a temas como la reforma al modelo educativo según la cual la educación pasa de ser un derecho a ser una mercancía; el énfasis en la minería como "locomotora" del desarrollo en Colombia – con los costos humanos, ambientales y en términos de desarrollo de largo plazo que esto implica; las limitaciones y condicionamientos de la Ley de Víctimas en la versión llevada a la Cámara de Representantes en días pasados; el principio de sostenibilidad fiscal; y las prácticas del Fondo Agropecuario de Garantías –según Robledo, un escándalo mayor que el de Agro Ingreso Seguro.
En un país como Colombia las cosas no son color de rosa, y en lugar de atender a los cantos de sirena del gobierno actual, más vale mantener una posición independiente y crítica frente a la realidad política. Recordemos que la actitud condescendiente frente al gobierno pasado fue aprovechada para llevar a cabo todos los hechos que hoy generan tantos escándalos y que nos hacen reflexionar acerca del régimen que nos gobernó por ocho años. Ilusionarnos con un cambio de imagen y olvidarnos del pasado no es la clave para que estos u otros nuevos hechos oscuros no se repitan. Colombia se merece un buen gobierno; seguro. Pero no puede haber un buen gobierno sin una buena oposición. ¿Será que estamos esperando a que sea la derecha la que juegue este papel?
Sin embargo, parece paradójico que uno de los reconocimientos que se le hace al gobierno de Santos frente a su antecesor -el respeto a la oposición- haya servido precisamente para que el papel de una verdadera oposición parezca desaparecer de la escena política. Hace pocos días en una de sus usuales salidas en falso, Antanas Mockus -quien tras su derrota en las elecciones presidenciales dijo que su Partido Verde haría parte de la oposición- afirmó: "Yo hubiera cuidado más la herencia de Uribe que Santos, pero la ironía de la vida es que Santos no está cuidando la herencia de Uribe como los "uribistas" lo suponían". ¿A qué herencia se refiere Mockus, que le preocupa tanto que Santos no haya cuidado? ¿La polarización del país, el ataque permanente a las Cortes, periodistas y oposición, o el riesgo permanente de un conflicto internacional como resultado de los caprichos personales de sus dirigentes? Más allá de esto, ¿es ese el tipo de oposición que Colombia se merece? Claramente no se equivocaban quienes en época de elecciones se referían a Mockus como "el cuarto candidato uribista".
Pero Mockus no es el único a ese lado de la orilla. La bancada del Partido de la U ha hecho explícito su inconformismo por la presencia del Partido Liberal y Cambio Radical en la Unidad Nacional lo cual, aducen, es una afrenta al "legado" de Uribe. Igualmente, en un reciente informe La Silla Vacía muestra la molestia que ha generado Juan Manuel Santos en varios sectores de ultra-derecha; algo impensable en tiempos de su antecesor. Así, ilustra las críticas de personalidades como Fernando Londoño y Enrique Gómez Hurtado al acercamiento entre Santos y Chávez, al igual que contra algunos de los proyectos estrella del gobierno como la Ley de Víctimas y la Ley de Tierras, a causa de su costo financiero. Otras críticas de origen similar son la elección de la terna para Fiscal, su "falta de lealtad" para con Uribe y sus devaneos con proyectos que califican como "de izquierda". Los conservadores, por su parte, están tan cómodos que esta semana propusieron un proyecto de ley para penalizar el aborto incluso en los tres casos en que actualmente se permite. ¡Bienvenidos a la edad media!
¿Y qué pasa al otro lado del espectro político? El acercamiento de Gustavo Petro a Juan Manuel Santos tras la elección de éste como mandatario de los colombianos, la decisión del Polo Democrático de no elegir a Petro como presidente de la colectividad y el inconformismo de éste ante la negativa de su partido, han tenido un efecto significativo sobre el papel de la oposición en este gobierno. A esto se le suman los escándalos desatados a partir del "carrusel de la contratación" que al principio parecía un problema exclusivo de la actual administración de Bogotá, pero del que ya hemos conocido su magnitud nacional, y los papeles de los gobiernos de Samuel Moreno -a nivel local- y de Alvaro Uribe -a nivel nacional- en la adjudicación de contratos y favorecimiento a los grupos empresariales responsables del descalabro. Sin duda, el papel de Gustavo Petro en las revelaciones sobre estos temas y sus ataques a Samuel e Iván Moreno, han marcado importantes diferencias al interior del Polo que ya algunos consideran insuperables.
Con la derecha y los Verdes añorando lo que pensaban sería el período de Uribe III, y el Polo dividido por sus pugnas internas, ¿dónde queda la verdadera oposición al gobierno de Juan Manuel Santos? Sería iluso pensar que el gobierno está haciendo las cosas tan bien que el país simplemente no necesita oposición. Más aún, es claro que aparte de los avances obvios logrados por Santos frente a los anteriores ocho años de oscurantismo político, pareciera que los medios están más ocupados con los escándalos del gobierno anterior que poco a poco salen a la luz pública, que con los desaciertos del gobierno actual. Es claro que un elemento fundamental para el fortalecimiento de una democracia es el papel dinámico, crítico e independiente de la oposición (algo que claramente Uribe nunca entendió). Que el gobierno sea respetuoso de la oposición no es un logro en sí mismo, como se le está concediendo al gobierno de Santos; por el contrario, es una condición mínima para hablar de una democracia que merezca su nombre.
Así, es de destacar el papel casi solitario que algunos Senadores y Representantes del Polo Democrático como Jorge Robledo e Iván Cepeda han jugado al mostrar las fallas del gobierno actual. Sus posiciones en temas trascendentales de la vida del país deben ser entendidas como una señal de que las cosas no son como nos dicen las encuestas de popularidad; esto ya deberíamos haberlo aprendido. Su crítica ha girado en torno a temas como la reforma al modelo educativo según la cual la educación pasa de ser un derecho a ser una mercancía; el énfasis en la minería como "locomotora" del desarrollo en Colombia – con los costos humanos, ambientales y en términos de desarrollo de largo plazo que esto implica; las limitaciones y condicionamientos de la Ley de Víctimas en la versión llevada a la Cámara de Representantes en días pasados; el principio de sostenibilidad fiscal; y las prácticas del Fondo Agropecuario de Garantías –según Robledo, un escándalo mayor que el de Agro Ingreso Seguro.
En un país como Colombia las cosas no son color de rosa, y en lugar de atender a los cantos de sirena del gobierno actual, más vale mantener una posición independiente y crítica frente a la realidad política. Recordemos que la actitud condescendiente frente al gobierno pasado fue aprovechada para llevar a cabo todos los hechos que hoy generan tantos escándalos y que nos hacen reflexionar acerca del régimen que nos gobernó por ocho años. Ilusionarnos con un cambio de imagen y olvidarnos del pasado no es la clave para que estos u otros nuevos hechos oscuros no se repitan. Colombia se merece un buen gobierno; seguro. Pero no puede haber un buen gobierno sin una buena oposición. ¿Será que estamos esperando a que sea la derecha la que juegue este papel?
Hola Julián.
ReplyDeleteEl presidente Santos dijo que esos primeros cien días habían sido de “sembrar las semillas de la prosperidad que todos queremos”. Bien por eso. Sin embargo al reflexionar un poco sobre este punto cabe la pregunta ¿luego no se suponía que ya teniamos unos huevitos? De ser así ¿entonces para qué sembrar? Qué raro asunto este y qué buen menú tenemos. Realmente se está comenzando a evidenciar el desastre del gobierno anterior y creo que parte de esa popularidad que goza el presidente en este momento se debe a que en buena medida se está es sintiendo todavía el fresco de saber que Uribe no está en la presidencia, aunque no quiere decir “que no esté por ahí” dando lata y mal ejemplo.
El discurso dado considero que es una muestra de buenas intenciones y de un gasto inicial para “ayudar a paliar algunos” problemas que se acentuaron en estos últimos ocho años como la calidad de la educación, la deficiente malla vial, al acceso a la salud, acceso a primer empleo, tangencialmente lo que tiene que ver con el problema de tierras y obviamente se resalta el tema de seguridad con Jojoy.
Algo que si es notorio es el cambio para bien de las relaciones internacionales, lo cual para el caso de la popularidad suma puntos, aparte de “mostrar preocupación por los problemas” de la gente. En lo que alcancé a revisar lo que hay son aplausos para el nuevo gobierno, pero nada que hacer: escoba nueva barre bien, seguro porque la anterior no barría nada. Es evidente eso sí el cambio en las formas.
Ahora, la oposición tiene problemas graves que se hacen manifiestos en los escándalos que se están destapando, y por otro lado se muestra la debilidad al interior de la misma para ir como un grupo fortalecido con ideas claras y comportamiento ejemplar. Pero nada que hacer se ha venido demostrando que en este país la oposición es en ciertos casos más corrupta que el gobierno de turno.
Habría que ver con lupa qué es lo que quieren decir los senadores del Polo cuando hablan de la educación como una mercancía. Considero que aquello que lo de la educación como derecho, es algo que suena bonito pero que realmente no ha sido trabajado a fondo y que hay también bastantes intereses de por medio. En este momento viene a mi mente el libro de Wiesner: La efectividad de las políticas públicas en Colombia, en el cual se muestra que en particular en tema de la educación en general se siembran bastantes mantos de duda sobre lo que hacen quienes pueden hacer algo y obviamente por el monto de los recursos que se manejan hay intereses en que nada mejore. Realmente considero que eso de la educación como mercancía es parte de un discurso para mostrar inconformidades pero que no refleja lo que realmente es el problema, el cual tiene muchas aristas. Eso sí, suena taquillero. Cual derecho a la educación, aquí simplemente no ha habido realmente derecho a educarse, eso no es nuevo, pero vale la pena recordarlo para ver si en algún momento nos damos cuenta de la gravedad del asunto.
Por el lado de los recursos mineros, creo que lo que hay es la continuación de un desinterés real por desarrollar el sector y brindar posibilidades efectivas de desarrollo a las regiones. Priman más las buenas relaciones con las multinacionales y con los gobiernos extranjeros que el mejoramiento de la calidad de vida de los nacionales y del cuidado de los recursos del país. Considero que cuando se sostiene que las multinacionales hacen grandes inversiones, en este sector en particular, lo que hay realmente son los gastos mínimos necesarios para obtener el mayor provecho de las oportunidades brindadas por nuestros gobernantes, quienes realmente no tienen interés en potenciar las oportunidades de desarrollo puesto que no tienen “intereses” en los mismos.
Aquí todos los días hay material para mostrar que todo puede volverse un gran escándalo, pero nunca pasa de eso.
Ah, se me olvidaba: el vídeo me pareció muy bueno, es una pequeña muestra de lo que se ha permitido durante mucho tiempo no sólo con nuestros recursos, los de nuestro país, sino con el planeta entero por andar en búsqueda de unos dólares más para las empresas de los países industrializados. Claro que no quiere decir que nuestras empresas locales sean el mejor ejemplo de cuidado ambiental.
ReplyDeleteDe acuerdo, Rafael. Sin embargo, en el tema de las relaciones internacionales, los casos de Yair Klein y Maria del Pilar Hurtado dejan mucho que desear.
ReplyDeleteEl tema de la educación -derecho/mercancía -lo trataré brevemente en mi siguiente escrito.
Claro que son una buena muestra de lo que se ha hecho en el tema de relaciones internacionales y de la forma en la que se manejan. Una muestra de los muchos intereses que pueden haber detrás de las decisiones de los gobernantes y de los grupos al margen de la ley que los apoyan.
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