Sunday, June 27, 2010

Medvedev, Drogas y Política Social

Este domingo en su cuenta de Twitter, el Presidente ruso Dmitry Medvedev anunció su satisfacción frente a las reuniones del G8 y el G20 llevadas a cabo durante el fin de semana. Entre los temas tratados, explica, se encuentran el tráfico de drogas, el medio ambiente, temas de seguridad nuclear, y finanzas. Respecto al tráfico de drogas, hace específica referencia a dos de los productores más importantes del mundo, Colombia y Afghanistan, y aclara que "debemos luchar contra las drogas globalmente, y no de forma separada. Entonces veremos resultados."

Este tipo de pronunciamientos por parte de altos líderes mundiales ya los hemos escuchado antes. Hace pocos meses, por ejemplo, la secretaria de estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, aceptaba parte de la responsabilidad por los altos niveles de violencia en el norte de México y proponía una lucha conjunta contra las mafias.

La pregunta que queda en el aire es la misma de siempre: ¿en qué consiste esta lucha conjunta contra el tráfico de drogas, o la llamada co-responsabilidad frente a la violencia resultante de las guerras entre estados y los carteles que controlan el negocio?

La respuesta característica ha sido el envío a países productores de recursos monetarios o su equivalente en equipamiento militar, helicópteros, equipos de aspersión de químicos, etc. Como resultado de esto, la típica crítica ha sido la necesidad de controlar no sólo la oferta -de la que los países andinos y de Asia central son los principales responsables- sino también la demanda, donde los países desarrollados juegan un papel primordial. Ambos lados de la ecuación son necesarios para solucionar el problema, como claramente afirman Clinton y Medvedev.

Los gobiernos de los países desarrollados pueden argumentar que controlar la demanda es demasiado complejo ya que esto implica importantes esfuerzos, desde aquellos relacionados con un estado policial que prohíbe y penaliza el consumo de alucinógenos, hasta la interferencia con las libertades básicas de sus ciudadanos que, en últimas, son libres de decidir lo que es mejor para si mismos.

Sin embargo, un par de ejemplos muestran que gobiernos decididos a erradicar ciertos males sociales son exitosos en conseguirlo. En la década de los 80s el Sida amenazaba como una enfermedad de proporciones catastróficas; las campañas educativas y el tratamiento que se dio a portadores del virus -quizá para algunos un poco desmedido-, consiguió que esta se mantuviera en proporciones razonables en el mundo desarrollado y no alcanzara los niveles que muchos temían. De forma similar, el control al tabaquismo, con importantes campañas contra las grandes multinacionales del negocio y, de forma similar, previniendo a los jóvenes acerca de su consumo, han logrado reducirlo significativamente y han creado importantes normas sociales en su contra.


Si hay claros ejemplos donde la acción decidida de los estados muestra que es posible cambiar patrones de comportamiento de la sociedad sin la necesidad de violar libertades básicas, me queda la duda acerca de por qué después de tantos años y tanto derramamiento de sangre en los países productores de drogas no hemos avanzado en el control del otro lado de la ecuación: la demanda. ¿Será esto un problema intrínseco de las drogas o hay falta de voluntad política para afrontarlo? Si bien es positivo el reconocimiento al principio de co-responsabilidad que multiples gobernantes han refrendado, se hace necesario que este se traduzca en prácticas más allá de un simple financiamiento de una guerra en territorio ajeno.

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