-Immanuel Kant- |
En su influyente ensayo de 1795, la Paz Perpetua, Immanuel Kant argumentaba que en un escenario internacional, un Estado que garantice los principios de libertad, independencia e igualdad, es una condición necesaria para alcanzar una verdadera paz - una "paz perpetua". Bajo estas condiciones, y al ser los ciudadanos quienes deben sopesar los costos de ir a una guerra, sus dificultades y el hecho de que sean ellos mismos quienes deban pelearla, éstos siempre preferirán la paz al conflicto. Por el contrario, en situaciones donde es sólo un jefe de Estado quien debe tomar esta decisión -como en los regímenes autoritarios-, ir a la guerra es mucho más fácil ya que éste gobernante no evalúa cada una de las consecuencias anteriores de la misma forma como lo harían sus ciudadanos. Si bien Kant no hablaba de democracias, sino de repúblicas constitucionales -entendidas como Estados donde las ramas del poder están separadas-, sus planteamientos han dado lugar a lo que hoy se conoce como la Teoría de la Paz Democrática: dos Estados democráticos no van a una guerra entre ellos.
El argumento ha sido sometido a diferentes estudios empíricos a lo largo de las últimas décadas y en general ha salido bien librado. A pesar de que múltiples Estados democráticos se han visto involucrados en diferentes conflictos a lo largo de la historia, estos conflictos son, salvo contadas excepciones, en contra de regímenes no democráticos. No es sorprendente, entonces, ver cómo regímenes autoritarios se enfrentan entre sí (por ejemplo Irán e Iraq durante los ochenta) o entran en conflicto con sociedades democráticas -no necesariamente provocados por aquellos (Iraq y los Estados Unidos en las dos últimas décadas). Siguiendo con esta línea de análisis, no sorprende tampoco ver cómo, en la medida en que las sociedades se des-democratizan, se incrementa la probabilidad de que entren en conflicto con otras. Tomemos como ejemplo el caso de Venezuela y Colombia durante los últimos años: mientras cada una de estas sociedades veía cómo sus instituciones democráticas se deterioraban, se incrementaba el riesgo de que entraran en una confrontación armada.
La situación que vemos hoy entre Costa Rica y Nicaragua, no se escapa de este escenario. Costa Rica ha sido un país con un historial democrático que se remonta a la última década del siglo XIX, sin mayores problemas domésticos que amenacen su estabilidad política y ha llegado al punto de no considerar necesario un ejército, sino que confía en el multilateralismo en caso de una posible agresión en contra de su soberanía. Nicaragua, por su parte, ha sido un país con una limitada experiencia democrática, con un proceso de democratización que comienza en 1979 pero que aún carece de instituciones políticas básicas; sin embargo, y a pesar de los alcances logrados en las últimas décadas, en los meses recientes Nicaragua ha enfrentado una serie de maniobras por parte de la elite que lo gobierna, y que busca perpetuarse en el poder.
Como hemos visto, no es sorprendente que en la medida en que la democracia cede terreno, la probabilidad de un conflicto internacional aumente. En los últimos días se ha llevado a cabo una disputa fronteriza acerca de la soberanía sobre algunos tramos del Río San Juan, que determina parte de la frontera entre los dos países centroamericanos. Así, lo que Costa Rica considera una invasión a su territorio, es considerado por Nicaragua como parte de un plan para dragar el Río San Juan y de esta forma atraer turismo. Igualmente, Costa Rica condena el daño ambiental que su vecino del norte ha causado y señala las operaciones en el río como un intento por cambiar su cauce y, así, cambiar la frontera entre los dos países, desde luego a beneficio de Nicaragua.
Tras el escalamiento en la tensión entre los dos países -tropas nicaragüenses y policía costarricense se han movido a la frontera- el caso ya ha sido llevado ante la Organización de Estados Americanos (OEA) que en ocasiones pasadas ha sido exitosa en resolver conflictos entre países de la región. Así, la OEA le solicitó a Managua que retire sus tropas de la frontera y que suspenda cualquier obra que afecte la integridad territorial o el patrimonio ambiental costarricense -Nicaragua justifica la presencia de su ejército en el área como parte de la lucha contra el narcotráfico.
El texto fue rechazado por Nicaragua con el argumento de que la OEA no tiene competencia sobre estos asuntos y que es la Corte Internacional de Justicia (CIJ) quien debe tomar una decisión en este caso. Vale la pena señalar que la disputa por la soberanía del Rio San Juan se remonta a 1858, y que el año pasado, la CIJ le reconoció la soberanía a Nicaragua aunque también perpetuó el derecho de navegación de Costa Rica en un trecho de 140km.
El más reciente vinculado a esta disputa ha sido la compañía Google ya que, de acuerdo a la versión nicaragüense, la llamada "invasión" a Costa Rica se debería a un error en Google Maps, ante lo cual la compañía ha guardado silencio.
Los sucesos en este asunto aún están en desarrollo lo que implica que cualquier conclusión puede ser prematura. Lo que sí llama la atención es la reaparición de diferencias entre estos países con conatos de conflicto precisamente en un momento donde uno de los involucrados lleva a cabo importantes cambios políticos que atentan contra la democracia. Este tipo de sucesos y sus posibles consecuencias -que ojalá se eviten- invita a una seria reflexión acerca del apoyo que reciben regímenes autoritarios respaldados por mayorías que prefieren a un líder por encima de la institucionalidad de un país -esto a veces ni siquiera es cierto. Ya tendremos oportunidad de ver cómo avanzan estos hechos.
El argumento ha sido sometido a diferentes estudios empíricos a lo largo de las últimas décadas y en general ha salido bien librado. A pesar de que múltiples Estados democráticos se han visto involucrados en diferentes conflictos a lo largo de la historia, estos conflictos son, salvo contadas excepciones, en contra de regímenes no democráticos. No es sorprendente, entonces, ver cómo regímenes autoritarios se enfrentan entre sí (por ejemplo Irán e Iraq durante los ochenta) o entran en conflicto con sociedades democráticas -no necesariamente provocados por aquellos (Iraq y los Estados Unidos en las dos últimas décadas). Siguiendo con esta línea de análisis, no sorprende tampoco ver cómo, en la medida en que las sociedades se des-democratizan, se incrementa la probabilidad de que entren en conflicto con otras. Tomemos como ejemplo el caso de Venezuela y Colombia durante los últimos años: mientras cada una de estas sociedades veía cómo sus instituciones democráticas se deterioraban, se incrementaba el riesgo de que entraran en una confrontación armada.
La situación que vemos hoy entre Costa Rica y Nicaragua, no se escapa de este escenario. Costa Rica ha sido un país con un historial democrático que se remonta a la última década del siglo XIX, sin mayores problemas domésticos que amenacen su estabilidad política y ha llegado al punto de no considerar necesario un ejército, sino que confía en el multilateralismo en caso de una posible agresión en contra de su soberanía. Nicaragua, por su parte, ha sido un país con una limitada experiencia democrática, con un proceso de democratización que comienza en 1979 pero que aún carece de instituciones políticas básicas; sin embargo, y a pesar de los alcances logrados en las últimas décadas, en los meses recientes Nicaragua ha enfrentado una serie de maniobras por parte de la elite que lo gobierna, y que busca perpetuarse en el poder.
Como hemos visto, no es sorprendente que en la medida en que la democracia cede terreno, la probabilidad de un conflicto internacional aumente. En los últimos días se ha llevado a cabo una disputa fronteriza acerca de la soberanía sobre algunos tramos del Río San Juan, que determina parte de la frontera entre los dos países centroamericanos. Así, lo que Costa Rica considera una invasión a su territorio, es considerado por Nicaragua como parte de un plan para dragar el Río San Juan y de esta forma atraer turismo. Igualmente, Costa Rica condena el daño ambiental que su vecino del norte ha causado y señala las operaciones en el río como un intento por cambiar su cauce y, así, cambiar la frontera entre los dos países, desde luego a beneficio de Nicaragua.
Tras el escalamiento en la tensión entre los dos países -tropas nicaragüenses y policía costarricense se han movido a la frontera- el caso ya ha sido llevado ante la Organización de Estados Americanos (OEA) que en ocasiones pasadas ha sido exitosa en resolver conflictos entre países de la región. Así, la OEA le solicitó a Managua que retire sus tropas de la frontera y que suspenda cualquier obra que afecte la integridad territorial o el patrimonio ambiental costarricense -Nicaragua justifica la presencia de su ejército en el área como parte de la lucha contra el narcotráfico.
El texto fue rechazado por Nicaragua con el argumento de que la OEA no tiene competencia sobre estos asuntos y que es la Corte Internacional de Justicia (CIJ) quien debe tomar una decisión en este caso. Vale la pena señalar que la disputa por la soberanía del Rio San Juan se remonta a 1858, y que el año pasado, la CIJ le reconoció la soberanía a Nicaragua aunque también perpetuó el derecho de navegación de Costa Rica en un trecho de 140km.
El más reciente vinculado a esta disputa ha sido la compañía Google ya que, de acuerdo a la versión nicaragüense, la llamada "invasión" a Costa Rica se debería a un error en Google Maps, ante lo cual la compañía ha guardado silencio.
Los sucesos en este asunto aún están en desarrollo lo que implica que cualquier conclusión puede ser prematura. Lo que sí llama la atención es la reaparición de diferencias entre estos países con conatos de conflicto precisamente en un momento donde uno de los involucrados lleva a cabo importantes cambios políticos que atentan contra la democracia. Este tipo de sucesos y sus posibles consecuencias -que ojalá se eviten- invita a una seria reflexión acerca del apoyo que reciben regímenes autoritarios respaldados por mayorías que prefieren a un líder por encima de la institucionalidad de un país -esto a veces ni siquiera es cierto. Ya tendremos oportunidad de ver cómo avanzan estos hechos.
Crees que la explicacion de estos autores se ajusta al caso de Costa Rica y Nicaragua?
ReplyDeletehttp://www.ndu.edu/chds/docUploaded/sample-reading.pdf
Dado el carácter transicional que se observa en el sistema político nicaragüense -en particular, un proceso inverso de democratización- pienso que la situación actual entre Nicaragua y Costa Rica caería en la categoría que los autores llaman de "forma monádica" y que no estudian a profundidad en este artículo.
ReplyDeleteLos autores se refieren brevemente a los trabajos de Mansfield y Snyder (1995) y de Ward y Gleditsch (1998), los cuales sugieren que, a causa de su inestabilidad, algunas democracias en transición son altamente propensas a ir a una guerra. Esto, de acuerdo a ellos, es particularmente cierto para aquellas sociedades que viven procesos inversos de democratización.
Gracias por el comentario.
Hola Julián.
ReplyDeleteAl revisar el ensayo de Kant encuentro algunas cosas que me parecen propicias para entender mejor el vínculo realizado en el escrito.
La primera es que al hacer la distinción entre las formas de gobierno referidas al uso de la integridad de su poder, Kant distingue básicamente entre la republicana y la despótica siendo esta la que más se adecuaría a lo que está sucediendo en Nicaragua y que va de la mano con lo que se afirma sobre la carencia de instituciones políticas básicas en este país, y que en particular hace referencia al accionar de la élite gobernante. Por un lado en el gobierno despótico el jefe del Estado no es un conciudadano y mucho menos un servidor público, que tenga realmente en cuenta la opinión y las necesidades reales de sus ciudadanos para llevar a cabo su accionar. Este gobierno despótico para el caso de Nicaragua (y el nuestro con Uribe) se basa, siguiendo a Kant, en “su apego a la libertad sin ley”, o en este caso en las citadas maniobras para la perpetuación en el poder que profundiza aun más la dificultad de crear instituciones políticas sólidas en el país.
Al leer en El País de España sobre lo sucedido, se justifica con Google Maps el movimiento militar de Nicaragua cuando se considera que realmente había claridad por parte de los dos países en cuanto a las fronteras. En esta situación creo que es pertinente una vez más el escrito de Kant en el sentido de que por parte de Nicaragua no se han borrado completamente las causas existentes de una guerra posible con Costa Rica dado que por parte del primero parece que hay reservas “de motivos capaces de provocar en el porvenir otra guerra”, así como lo señala Kant en el primer artículo de la sección primera de su escrito.
En el caso de Colombia, también se dieron buenas muestras de que se estaba en un Estado despótico, siguiendo a Kant obviamente, puesto que el jefe de Estado se consideraba todo menos un ciudadano aun cuando dijera todo lo contrario. Ante todo se mostraba como el salvador y el único con capacidad de ver realmente los problemas del país, que se concentraban para él en uno sólo (lo chistoso es que haya tanta gente que le crea). En general tienen todos estos dirigentes (creo que también se adecua a Venezuela) el rasgo común no de “utilizar expresiones susceptibles de ser interpretadas luego según convenga” como sostiene Kant, sino de, como en los casos actuales, utilizar las actuaciones de terceros según convenga y de la posibilidad de alcanzar “esta paz perpetua aún conquistando el mundo entero” (siguiendo una vez más a Kant) y limitando todo derecho a la libertad, independencia e igualdad de los ciudadanos y de los pueblos.
Todavía falta mucho para que sea evidente la real separación de los poderes en Latinoamérica, sólo hay algunas muestras de que realmente si puede hacerse.
Rafael, no considero que Nicaragua sea "despótica"; lo que ocurre es que tiene muy poca experiencia democrática -en parte gracias a la dictadura de los Somoza- y aun no ha desarrollado instituciones democráticas básicas. No obstante, ha tenido un importante avance desde el triunfo de la revolución y posteriormente con la llegada de Violeta Chamorro al poder. Lo preocupante es que los avances de estos treinta años se reviertan por culpa del afán de Ortega de perpetuarse en el poder.
ReplyDeleteAhora, desde mi punto de vista el asunto de Google Maps tiene dos caras. Por un lado lo que dices respecto al conocimiento de las fronteras por parte de ambos países, lo cual hace incluso ridícula la explicación de Eden Pastora. Por otro lado está el papel que las grandes compañías pueden llegar a jugar en un contexto de relaciones internacionales. ¿Es acaso Google la nueva versión de las Naciones Unidas, como para que sea esta compañía quien deba dirimir disputas territoriales? Esto hay que tomarlo con mucho cuidado, creo.
Finalmente, respecto a la relación entre el jefe de Estado y los ciudadanos, sigo pensando lo que escribí las semanas anteriores; la importancia de los lazos horizontales entre ciudadanos frente a los verticales entre gobernantes y gobernados. Desafortunadamente, estos últimas son las que más nos gustan en Latinoamérica.
Gracias por el comentario y un fuerte abrazo,
Julián
Tampoco creo que sea despótica, es sólo una manera de decir que es manifiesta la forma de usar el poder para mantenerse en el mismo. Según lo leído en el ensayo de Kant.
ReplyDeleteTambién tuve una impresión parecida con respecto a lo de Google. Se le concedió una autoridad que no tiene y se notó el oportunismo del gobierno de Nicaragua.
Hablamos, Chao.