El día de ayer se llevó a cabo la esperada reunión entre los mandatarios de Colombia y Venezuela, la cual se había visto aplazada desde junio a causa de la enfermedad de Hugo Chávez. Como antesala a esta reunión, la semana pasada el ex presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, en reunión con líderes de la oposición venezolana sugirió la redacción de un manifiesto en donde se le increpara a Santos su cercanía con el Presidente venezolano. Su argumento: los principios democráticos no tienen precio y no se pueden negociar a cambio de 800 millones de dólares que es lo que se ganaría tras la normalización de las relaciones comerciales con el país vecino.
A partir de ese momento varios medios de comunicación han asumido la dicotomía propuesta por el ex presidente como suya: ¿Qué vale más: el comercio o la democracia? La pregunta resulta en sí misma tendenciosa y de alguna forma obliga a una respuesta “políticamente correcta” en la que el cuestionado tiene que inclinarse por la segunda opción: los principios democráticos no se pueden sacrificar a cambio de ningún incremento en el volumen de comercio. ¿Cómo podría ser de otra forma?
Más aún, dado que instrumentos regionales como la Carta Democrática Interamericana indican el férreo compromiso de los países signatarios con la democracia, pareciera interpretarse la posición de acercamiento de Santos al gobierno de Chávez como una afrenta a la misma por parte de Colombia. Sin embargo, la dicotomía planteada tiene por lo menos dos atenuantes que vale la pena considerar.
Primero, el contexto en el cual se da el acercamiento entre los dos gobiernos. Cualquier conocedor de mecanismos de resolución de conflictos no dudaría en afirmar que las soluciones maximalistas - entendidas como aquellas donde se ponen en juego los temas más álgidos dentro de la agenda de las partes- en general conducen al fracaso de la negociación. Por el contrario, los conflictos que logran ser resueltos de forma exitosa se caracterizan por un proceso de generación de confianza entre las partes. En estos, la negociación de aspectos que no son trascendentales en la agenda de cada uno de ellos garantiza la normalización de las relaciones y así poder seguir avanzando.
El contexto de la relación entre Colombia y Venezuela es uno de crisis tras la incursión de tropas colombianas en territorio ecuatoriano en 2008 y la posterior respuesta de Chávez, luego buscar una salida maximalista –comercio versus democracia- no nos llevaría a ningún lado.
El segundo tema importante frente a la solución maximalista es el de la posición de Colombia en la región. Si bien Colombia tiene un compromiso en la defensa de la democracia, como todos los demás países de la región, ¿por qué tiene que ser ella quien lidere un movimiento de protesta contra el régimen venezolano, como lo propone Uribe?
En pocos días más de 30 mandatarios del continente visitarán Venezuela, lo que de alguna forma indica algún tipo de reconocimiento al gobierno venezolano. ¿Debe Colombia ir en contra de esta postura regional y declararse como un férreo defensor de la democracia increpando a Venezuela? ¿Olvidamos acaso que aparte de los intereses comerciales de los que habla Uribe, también hay temas de seguridad e infraestructura en los que es importante para Colombia contar con la cooperación de su vecino?
No es este el espacio para hablar acerca del derrumbamiento de la democracia en Venezuela y sus posibles implicaciones para la región; punto concedido a los críticos del sistema político del país vecino. Sin embargo, si de algo nos sirve la experiencia internacional es para mostrar que las soluciones maximalistas sólo conducen al fracaso de las negociaciones, y que en un período de crisis como el que los dos países han vivido en los últimos años, el paso más importante e inmediato es la normalización de las relaciones y el avance en la cooperación.
Los grandes ideales, a pesar de su trascendencia y deseabilidad, pueden convertirse en obstáculos importantes en momentos de crisis y solo servir para proponer dicotomías tendenciosas como la que se debate por estos días en Colombia.