La opinión sobre muchos temas políticos en buena medida depende del punto desde donde se les mire. Uno de los reconocimientos más importantes al gobierno de Juan Manuel Santos ha sido su manejo de las relaciones internacionales en tanto ha disipado la tensión con los países vecinos y ha mostrado su interés en ejercer un liderazgo a nivel regional (1, 2). Pero es precisamente en estos sonados logros donde más se debe tener en cuenta la perspectiva. No en vano en su más reciente artículo sobre Colombia la revista The Economist antes de entrar a elogiar los avances de Santos en materia de relaciones internacionales señalaba que "No había nada de diplomático en Álvaro Uribe". Los hechos de las últimas semanas sugieren que el supuesto éxito en el manejo de las relaciones internacionales del actual gobierno es más una consecuencia del punto bajo dónde las dejó el gobierno pasado que el resultado de una clara orientación de la política internacional del país. Evidencia de esto, como muestro a continuación, es la divergencia entre el discurso y las acciones que el gobierno ha llevado a cabo, así como varios errores fundamentales en materia diplomática.
Los dos primeros reveses importantes en la política internacional del gobierno de Santos son los casos de Yair Klein y de María del Pilar Hurtado, en los que en cierta medida comparte su responsabilidad con el gobierno anterior. La negativa a la solicitud de extradición de Klein por parte de Colombia muestra la ineficiencia para traer ante la justicia Colombiana a uno de los responsables por el entrenamiento de grupos paramilitares, y la consiguiente violencia de los últimos años. El pésimo manejo de este asunto por parte del gobierno anterior –en particular por el vice-presidente Francisco Santos- no exonera al gobierno actual de tomar una posición más firme al respecto que la mostrada hasta ahora. En el caso de María del Pilar Hurtado –donde la responsabilidad del antiguo mandatario fue reconocida y defendida por él mismo- la débil respuesta por parte de la canciller María Ángela Holguín envía dos malas señales: por un lado deja claro que el expresidente Uribe puede seguir entorpeciendo el manejo de la política del país y que, al mismo tiempo, el sistema judicial colombiano no está en capacidad de juzgar a sus criminales, algo que Juan Manuel Santos y algunos de sus ministros han intentado desmentir. Las fallas que estos hechos evidencian en términos del funcionamiento de la justicia colombiana y del manejo de las relaciones internacionales son pésimas señales si el objetivo de ser un líder regional es algo más que el típico discurso de un gobierno entrante. Si ni siquiera se puede hacer cumplir las leyes nacionales a causa de la obstrucción que significa el comportamiento de otros países, hablar de liderazgo regional es menos que un mal chiste.
Pero las complicaciones no terminan allí. Esta semana Colombia integró un deplorable grupo de 19 países que decidieron ausentarse de la ceremonia simbólica de entrega del Premio Nobel de la Paz al Chino Liu Xiaobo, reconocido escritor y defensor de los derechos humanos en su país. Algunos argumentan motivos comerciales tras la decisión, mientras que el gobierno prefiere guardar silencio al respecto. Dada la naturaleza del premio a Xiaobo como un reconocimiento a su "larga y no-violenta lucha por los derechos humanos fundamentales en China", es ciertamente lamentable que Colombia haya decidido unirse a un grupo que incluye a países como Arabia Saudita, Cuba, Irán, Rusia, Sudán y Venezuela, todos con magros resultados en materia de derechos humanos, en lugar de ser un abanderado de estos temas, como haría el líder en el que el país dice tratar de convertirse. Si los lazos comerciales con la potencia emergente son más importantes que la defensa de libertades básicas, es claro que aquello de "venderse por un plato de lentejas" no se ha superado. Otra mala señal en materia de liderazgo regional y asuntos diplomáticos (Ver nota al final).
Hay otros dos temas adicionales donde este supuesto liderazgo queda muy mal parado: WikiLeaks y Palestina. Si bien el gobierno no está en la obligación de estar de acuerdo con las recientes filtraciones por parte de WikiLeaks, su respuesta a las filtraciones sí deja mucho que desear. En un comunicado escueto se solidariza con el gobierno estadounidense mientras unos funcionarios pasan a hablar de los problemas internacionales que las filtraciones podrían representar, (3) mientras otros deciden guardar silencio (4). Contrasta esta posición con la del Presidente Brasilero, Luiz Inacio Lula DaSilva, quien no solo muestra su total solidaridad con Julian Assange sino que al mismo tiempo condena la falta de manifestaciones alrededor del mundo en protesta por la persecución al fundador de WikiLeaks. Señala la necesidad de una mayor transparencia en el manejo de las relaciones internacionales y critica la hipocresía de quienes juzgan a quienes divulgan los documentos en lugar de juzgar a quienes los escribieron. ¿Más pruebas de liderazgo? Algo similar ocurre respecto al anuncio que ya han hecho Argentina, Brasil y Uruguay de reconocer a Palestina como un Estado soberano a pesar de la incomodidad que estas decisiones han generado en varias partes del mundo. Colombia, nuevamente, guarda silencio frente a este tema.
Pero en lugar de tomar posiciones más firmes en todos estos asuntos que sin duda contribuirían a mejorar la imagen de Colombia en la región y ejercer un verdadero liderazgo, la diplomacia colombiana se concentra en la petición al gobierno de los Estados Unidos de inmunidad soberana para Álvaro Uribe, a fin de que este no sea juzgado por su vinculación a grupos paramilitares en asesinatos de sindicalistas en el caso de la Drummond. Pregunto, con tantos asuntos trascendentales como los mencionados antes, ¿debe ser esta la prioridad de la diplomacia colombiana?
Es claro que, más que éxitos, la diplomacia colombiana da palos de ciego. Su falta de compromiso en temas como la defensa de los derechos humanos evidencia una divergencia entre los hechos y el discurso, más cuando se escucha al Presidente Santos decir que el país se está convirtiendo en el "niño bueno" ante la comunidad internacional. De forma acertada un editorial de El Espectador esta semana señalaba la confusión –o fraude- que pueden sentir algunos de los países que dieron su voto para que Colombia ocupe una silla en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Falta mucho para que Colombia coordine su discurso con sus actos y, peor aún, para que se convierta en un verdadero líder en el subcontinente.
Los supuestos logros alcanzados en el manejo de las relaciones internacionales son resultado de la pésima perspectiva con que nos dejó el gobierno pasado y no de una diplomacia bien encaminada, con carácter de liderazgo, relaciones cordiales con sus vecinos, y que honra y respeta los derechos humanos fundamentales. Como dicen algunos amigos arquitectos: "antes de la perspectiva la vida era una distorsión de la realidad". Es hora de que la perspectiva en el manejo de las relaciones internacionales que heredamos del pasado gobierno no nos haga ver una realidad que no está ocurriendo y que, en este y otros campos, seamos capaces de tener una visión más balanceada de la misma.
Nota: Después de terminado este artículo, Colombia, a último momento, decidió cambiar su decisión y asistió a la ceremonia del Nobel a Liu Xiaobo. Decidí dejar la versión original del artículo con el anuncio hecho hasta poco antes de la ceremonia y, en lugar de modifaicrlo, agregar esta nota aclaratoria.
Los dos primeros reveses importantes en la política internacional del gobierno de Santos son los casos de Yair Klein y de María del Pilar Hurtado, en los que en cierta medida comparte su responsabilidad con el gobierno anterior. La negativa a la solicitud de extradición de Klein por parte de Colombia muestra la ineficiencia para traer ante la justicia Colombiana a uno de los responsables por el entrenamiento de grupos paramilitares, y la consiguiente violencia de los últimos años. El pésimo manejo de este asunto por parte del gobierno anterior –en particular por el vice-presidente Francisco Santos- no exonera al gobierno actual de tomar una posición más firme al respecto que la mostrada hasta ahora. En el caso de María del Pilar Hurtado –donde la responsabilidad del antiguo mandatario fue reconocida y defendida por él mismo- la débil respuesta por parte de la canciller María Ángela Holguín envía dos malas señales: por un lado deja claro que el expresidente Uribe puede seguir entorpeciendo el manejo de la política del país y que, al mismo tiempo, el sistema judicial colombiano no está en capacidad de juzgar a sus criminales, algo que Juan Manuel Santos y algunos de sus ministros han intentado desmentir. Las fallas que estos hechos evidencian en términos del funcionamiento de la justicia colombiana y del manejo de las relaciones internacionales son pésimas señales si el objetivo de ser un líder regional es algo más que el típico discurso de un gobierno entrante. Si ni siquiera se puede hacer cumplir las leyes nacionales a causa de la obstrucción que significa el comportamiento de otros países, hablar de liderazgo regional es menos que un mal chiste.
Pero las complicaciones no terminan allí. Esta semana Colombia integró un deplorable grupo de 19 países que decidieron ausentarse de la ceremonia simbólica de entrega del Premio Nobel de la Paz al Chino Liu Xiaobo, reconocido escritor y defensor de los derechos humanos en su país. Algunos argumentan motivos comerciales tras la decisión, mientras que el gobierno prefiere guardar silencio al respecto. Dada la naturaleza del premio a Xiaobo como un reconocimiento a su "larga y no-violenta lucha por los derechos humanos fundamentales en China", es ciertamente lamentable que Colombia haya decidido unirse a un grupo que incluye a países como Arabia Saudita, Cuba, Irán, Rusia, Sudán y Venezuela, todos con magros resultados en materia de derechos humanos, en lugar de ser un abanderado de estos temas, como haría el líder en el que el país dice tratar de convertirse. Si los lazos comerciales con la potencia emergente son más importantes que la defensa de libertades básicas, es claro que aquello de "venderse por un plato de lentejas" no se ha superado. Otra mala señal en materia de liderazgo regional y asuntos diplomáticos (Ver nota al final).
Hay otros dos temas adicionales donde este supuesto liderazgo queda muy mal parado: WikiLeaks y Palestina. Si bien el gobierno no está en la obligación de estar de acuerdo con las recientes filtraciones por parte de WikiLeaks, su respuesta a las filtraciones sí deja mucho que desear. En un comunicado escueto se solidariza con el gobierno estadounidense mientras unos funcionarios pasan a hablar de los problemas internacionales que las filtraciones podrían representar, (3) mientras otros deciden guardar silencio (4). Contrasta esta posición con la del Presidente Brasilero, Luiz Inacio Lula DaSilva, quien no solo muestra su total solidaridad con Julian Assange sino que al mismo tiempo condena la falta de manifestaciones alrededor del mundo en protesta por la persecución al fundador de WikiLeaks. Señala la necesidad de una mayor transparencia en el manejo de las relaciones internacionales y critica la hipocresía de quienes juzgan a quienes divulgan los documentos en lugar de juzgar a quienes los escribieron. ¿Más pruebas de liderazgo? Algo similar ocurre respecto al anuncio que ya han hecho Argentina, Brasil y Uruguay de reconocer a Palestina como un Estado soberano a pesar de la incomodidad que estas decisiones han generado en varias partes del mundo. Colombia, nuevamente, guarda silencio frente a este tema.
Pero en lugar de tomar posiciones más firmes en todos estos asuntos que sin duda contribuirían a mejorar la imagen de Colombia en la región y ejercer un verdadero liderazgo, la diplomacia colombiana se concentra en la petición al gobierno de los Estados Unidos de inmunidad soberana para Álvaro Uribe, a fin de que este no sea juzgado por su vinculación a grupos paramilitares en asesinatos de sindicalistas en el caso de la Drummond. Pregunto, con tantos asuntos trascendentales como los mencionados antes, ¿debe ser esta la prioridad de la diplomacia colombiana?
Es claro que, más que éxitos, la diplomacia colombiana da palos de ciego. Su falta de compromiso en temas como la defensa de los derechos humanos evidencia una divergencia entre los hechos y el discurso, más cuando se escucha al Presidente Santos decir que el país se está convirtiendo en el "niño bueno" ante la comunidad internacional. De forma acertada un editorial de El Espectador esta semana señalaba la confusión –o fraude- que pueden sentir algunos de los países que dieron su voto para que Colombia ocupe una silla en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Falta mucho para que Colombia coordine su discurso con sus actos y, peor aún, para que se convierta en un verdadero líder en el subcontinente.
Los supuestos logros alcanzados en el manejo de las relaciones internacionales son resultado de la pésima perspectiva con que nos dejó el gobierno pasado y no de una diplomacia bien encaminada, con carácter de liderazgo, relaciones cordiales con sus vecinos, y que honra y respeta los derechos humanos fundamentales. Como dicen algunos amigos arquitectos: "antes de la perspectiva la vida era una distorsión de la realidad". Es hora de que la perspectiva en el manejo de las relaciones internacionales que heredamos del pasado gobierno no nos haga ver una realidad que no está ocurriendo y que, en este y otros campos, seamos capaces de tener una visión más balanceada de la misma.
Nota: Después de terminado este artículo, Colombia, a último momento, decidió cambiar su decisión y asistió a la ceremonia del Nobel a Liu Xiaobo. Decidí dejar la versión original del artículo con el anuncio hecho hasta poco antes de la ceremonia y, en lugar de modifaicrlo, agregar esta nota aclaratoria.
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