Wednesday, February 9, 2011

El Polo, los Medios y la Democracia en Colombia

Uno de los temas que ha copado la atención de los medios y la opinión pública durante los últimos meses es el de las divisiones del Polo Democrático, el desempeño de algunos de sus líderes y su futuro político. Los escándalos que hoy vive el Polo han sido un duro golpe para la colectividad e incluso han llegado a poner en duda la viabilidad de un proyecto político de izquierda democrática. Surge la pregunta acerca de lo equilibrado que es este debate, así como su conveniencia para el país.

Si se quisiera defender al Polo, lo más fácil sería decir que la atención que le han dado los medios y la opinión pública es injustificada al compararse con la que reciben los escándalos provenientes de otros partidos. No creo que este camino sea el correcto. Todas las administraciones y partidos políticos, independientemente de su ideología, deben estar sometidas a un escrutinio público permanente por parte de los medios, las entidades de control y de la ciudadanía en general. Lo curioso es que este derecho y deber ciudadano se ejerza selectivamente y “perdone” incluso crímenes contra la humanidad -como en los que se han visto involucrados miembros de otras colectividades- pero decida jugársela toda en este caso. ¿No será, más bien, que ese derecho y deber de informar responde a otro tipo de intereses, y los repetidos ataques al Polo hacen parte de una estrategia de mayores dimensiones?

La situación que hoy enfrenta el Polo no es nueva y, en cambio, se ajusta a dinámicas similares que han vivido otros partidos y políticos de izquierda en el continente. Desde el inicio de la guerra fría –sólo por dar una fecha-, el ascenso de la izquierda en Latinoamérica ha recibido toda la oposición por parte de los sectores que más se ven beneficiados con la preservación del statu quo -medios de comunicación, grandes empresarios e Iglesia Católica, entre otros. Ejemplos de esto son los casos de Jacobo Arbenz en Guatemala, Salvador Allende en Chile, el Sandinismo en Nicaragua o el Partido de los Trabajadores en Brasil. En todos estos escenarios, ya sea por la vía armada, la manipulación de los medios de comunicación, presiones externas directas, o simple “ayuda humanitaria”, se han obstruido proyectos progresistas que buscan incluir a amplios sectores de la población.

A pesar de algunos cambios en la geopolítica mundial, es claro que en múltiples escenarios locales e internacionales no se ve con buenos ojos la consolidación de este tipo de proyectos políticos. Por el contrario, cuando éstos empiezan a convertirse en una fuerza electoral importante, las campañas de desprestigio y de desinformación no han faltado.

Se dirá que el caso del Polo no se ajusta a este formato y que sus propios errores son los responsables de la situación que el partido vive actualmente. Seguramente sí, pero regreso sobre mi punto anterior: llama la atención que cuando se han dado escándalos como la parapolítica o los innumerables casos de corrupción que ha visto el país a lo largo de su historia, no se haya puesto en la picota pública a colectividades enteras. Si hay alguna duda de esto, sólo hay que ver la importante presencia en el Congreso de la República de miembros de los partidos involucrados en estos escándalos.

Conscientes de esta situación, varios dirigentes del Polo ya han manifestado su descontento frente a medios como El Tiempo por tergiversar la información que ofrecen a sus lectores, o por ocultar sus pronunciamientos en los que condenan las prácticas de sus copartidarios. También aparecen cuestionamientos frente al gobierno nacional por el proyecto de ley que reformaría el censo electoral y que afectaría directamente al mismo partido.

Sin embargo, más allá de los intereses inmediatos que se vean amenazados por el eventual ascenso de un partido de izquierda, se debe hacer una evaluación acerca de las consecuencias de esta situación para una democracia sana. ¿Será que al país le conviene un escenario monolítico en materia política, donde no exista el disenso y desaparezca el debate? Una verdadera democracia es aquella que se nutre de las diferencias, la diversidad de opiniones y las múltiples visiones sobre lo que le conviene al país, y no donde las mayorías imponen su voluntad libremente.

Esto, desde luego, no implica ignorar los errores del Polo ni de ningún otro partido, así como tampoco perdonar sus culpas; todo lo contrario. El escrutinio público debe ser generalizado y debe asegurarse de las leyes se cumplan y de que los recursos públicos se utilicen de forma debida. Lo que no se puede aceptar es el uso selectivo de estos mecanismos democráticos para acallar el disenso y por ese camino marginar a un partido político. Si no se garantiza un espacio de debate y unas reglas de juego tales que las diferentes voces –sean estas de izquierda o de derecha- sean escuchadas, ¿de qué tipo de democracia estamos hablando?

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Enlace a la columna en Zero Horas:

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