Después de vivir cerca de dos años en los Estados Unidos, tuve la oportunidad de presenciar la intensa campaña electoral que finalmente llevó a la presidencia a Barack Obama. Entre todos los aspectos llamativos de esta campaña, uno que en particular captó mi atención fue la permanente invitación a reuniones y fiestas en las que a los asistentes se nos pedía una pequeña contribución monetaria para financiar la candidatura de Obama.
En principio esto me pareció un poco extraño ya que, viniendo de Colombia, estaba acostumbrado a que quienes financian las campañas políticas son los grandes empresarios, industriales y, sobra decirlo, diversas fuentes de dudosa reputación. Pedirle plata a un estudiante como yo o mis amigos, así fueran sólo unos pocos dólares, me parecía muy raro.
Sin embargo, noté que quienes organizaban las reuniones a las que era invitado no eran personas que esperaban un puesto en caso de que Obama ganara la presidencia, ni miembros del partido demócrata, ni tampoco amigos o familiares de políticos locales. Eran ciudadanos comunes y corrientes -estudiantes, profesores, empleados- que realmente se motivaron con la esperanza de ver a Barack Obama en la Casa Blanca y que entendieron que la suma de múltiples esfuerzos individuales sería la clave para lograr los recursos necesarios para sobrevivir financieramente la costosa contienda electoral. Recordé entonces que había visto esquemas de funcionamiento similares en radio, televisión y algunos medios impresos: ciudadanos comunes y corrientes haciendo contribuciones voluntarias para poder tener acceso al tipo de información que quieren ver y no únicamente a aquella por la que pagan las grandes corporaciones.
Esta semana el programa de televisión Contravía decidió jugársela por este esquema y, con tal apuesta, abre una ventana de oportunidades inmensa para la democracia en Colombia y en América Latina. Se abre la posibilidad de tener un medio financiado por los ciudadanos en un país donde prácticamente la totalidad de la radio y televisión y, por ende, sus contenidos, son controlados por dos grandes emporios económicos. Se abren nuevas alternativas en un escenario con sólo dos periódicos de circulación nacional y donde los medios masivos, por miedo, conveniencia o incompetencia, han sido muy inferiores a los retos que ofrece la realidad del país.
Sin duda alguna, la democracia se ve fortalecida con más y mejores medios, más aún si estos son de carácter independiente; en sus nueve años Contravía ha mostrado la calidad y seriedad de su trabajo, así como su compromiso con la democracia. Más allá del fortalecimiento de nuestras instituciones políticas, con opciones como ésta la ciudadanía muestra que está en capacidad de competir con los grandes negocios, que no está dispuesta a ser un simple agente pasivo de los intereses económicos y que está en capacidad de elegir el tipo de contenidos que quiere ver. Es la única forma de exigir que las verdades que muchas veces se busca ocultar salgan a la luz pública, y contar con un medio de televisión para hacerlo.
La apuesta de Hollman Morris y su equipo hoy abre la oportunidad histórica de tener un programa independiente financiado por la ciudadanía; el éxito de esta apuesta nos permitirá pensar mañana en un canal de televisión o estaciones de radio financiadas completamente por sus seguidores; no muy lejos de allí estaremos hablando del financiamiento de campañas políticas por parte de la ciudadanía; estamos hablando de empoderar a la población para que sea ésta quien decida por quién quiere ser gobernada y no que simplemente elija entre las pocas opciones que se le ofrecen. Que este tipo de prácticas aún estén poco desarrolladas en América Latina, no es razón para no empezar a llevarlas a cabo.
La democracia funciona mejor cuando la construyen los mismos ciudadanos. Una democracia es débil cuando es impuesta desde arriba y es el resultado de intereses políticos y económicos con los que los ciudadanos comunes y corrientes -nosotros- no estamos realmente identificados. Participar en esta propuesta es nuestra oportunidad de contribuir a la democracia más allá del depósito del voto que nos piden cada dos años; es la verdadera oportunidad de elegir lo que queremos ver; es un primer paso hacia la democracia que soñamos. Démonos la oportunidad de soñar.
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