Leonel Fernández, Fuente: Noticias SIN |
Las décadas de 1980 y 1990 en Latinoamérica estuvieron marcadas por un proceso de convergencia hacia un conjunto limitado de opciones de política económica; en la mayoría de países de la región las diferencias ideológicas entre los partidos políticos tradicionales fueron desapareciendo durante este período. No obstante, cuando se hace evidente la incapacidad del modelo económico dominante de mejorar las condiciones de vida de millones de personas, aparecen al menos dos opciones claras: i) la diferenciación ideológica de los partidos a fin de capturar el voto de los sectores menos favorecidos - sin que esto implique desafiar al sistema de partidos-, y ii) la aparición de retos mayores al sistema tradicional de partidos. México y Uruguay hacen parte del primer caso; Venezuela, Bolivia y Colombia hacen parte del segundo.
Sin embargo, hay también una tercera opción: preservar intacto el sistema de partidos –específicamente, permitir la consolidación de los partidos tradicionales de centro-derecha. En un artículo reciente en el Latin American Politics and Society, Jana Morgan, Jonathan Hartlyn y Rosario Espinal investigan por qué con los problemas sociales y económicos típicos de la región, y en presencia de convergencia ideológica entre los partidos tradicionales, el sistema de partidos políticos en la República Dominicana ha permanecido intacto en los últimos años.
Los autores identifican cuatro posibles razones en la literatura para explicar la continuidad del sistema de partidos y proceden a determinar en qué medida estas se ajustan al caso Dominicano. La primera de estas razones es una percepción relativamente positiva frente al desempeño económico, lo que le permite a los partidos tradicionales tomar crédito por el diseño de política. En este sentido, la República Dominicana ha tenido períodos de crisis relativamente cortos acompañados de recuperaciones rápidas, lo que reduce la posibilidad de aparición de opciones diferentes a las de centro-derecha.
La segunda posible razón es el carácter clientelista del Estado, a partir del cual los políticos dan beneficios materiales a cambio de apoyo electoral; a mayor clientelismo, menor espacio para nuevas alternativas políticas. En el caso dominicano esta práctica es común y se remonta al período de Trujillo (1930-1961), y en la actualidad sigue siendo bastante fácil para muchos ciudadanos tener vínculos clientelistas con el Estado.
Una tercera posible explicación consiste en la fragmentación de los sectores populares: en la medida en que los sectores más vulnerables de la población se encuentren desintegrados, se reducen las demandas hacia el Estado, con lo cual se favorece la preservación del status quo –en este caso, el sistema de partidos tradicionales. Sin embargo, al analizar la situación de los grupos menos favorecidos en la República Dominicana hablamos de un importante sector de la población de origen Haitiano, cuya situación en términos de derechos y libertades es bastante inferior a aquella de la de origen Dominicano. Más aún, históricamente el país ha manejado un discurso étnico y nacionalista en contra de los haitianos, lo que hace que estas identidades sean más importantes en la población que aquella de clase o en torno a problemas económicos.
Finalmente, otra posibilidad consiste en las actividades de los dominicanos en el exilio a causa del papel que las remesas juegan en la economía nacional; en particular, los lazos que los emigrantes tienen con los partidos tradicionales pueden ser determinantes al hablar de financiamiento de partidos y campañas políticas, lo que dificulta la aparición de nuevas opciones que desafíen el sistema partidista.
Los autores presentan evidencia estadística que apoya sus hipótesis: ideología, evaluación económica, prácticas clientelistas y recepción de remesas afectan la decisión de un elector de apoyar uno de los partidos tradicionales frente a mantenerse independiente. Por el contrario, la fragmentación social, capturada como apoyo a los haitianos o haber sufrido discriminación, no juega un papel importante a la hora de tomar decisiones políticas.
A partir de los resultados del estudio surge una importante conclusión en términos de la complementariedad de las diferentes estrategias en su papel estabilizador del sistema político. Por un lado, un importante sector de la población se ve beneficiado por el crecimiento económico, remesas y prácticas clientelistas, lo cual hace que sea proclive a mantener el statu quo en términos de apoyar partidos de centro-derecha. Por otro lado, aquellos sectores que se han visto marginados de los logros macroeconómicos y que no tienen acceso a beneficios clientelistas, cuentan con muy limitadas – o nulas- opciones políticas que les permitan ejercer presión para tener un sistema más incluyente. Las clases menos favorecidas, sean de origen dominicano o haitiano, han respondido prioritariamente a su identidad de raza –usada exitosamente por los diferentes gobiernos- en lugar de identificarse mutuamente en sus dificultades económicas, como sí ha ocurrido en otros países. Tal opción, en casos como Bolivia, Ecuador y Venezuela, ha permitido la organización política y, por ese camino, la exigencia de transformaciones económicas.
El caso dominicano es un claro ejemplo de un sistema de partidos que sobrevive a pesar de ser dominado por escasas opciones y de enfrentar los retos socio-económicos característicos de los demás países de la región. En este caso, el discurso político étnico-nacionalista garantiza que amplios sectores de la población permanezcan excluidos y desarticulados políticamente. Un cambio de identidad –de raza a clase- podría jugar un papel clave en el futuro de la política dominicana.
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Referencias:
Morgan, J., Hartlyn, J. and Espinal, R. (2011) Dominican Party System Continuity amid Regional Transformations: Economic Policy, Clientelism, and Migration Flows. Latin American Politics and Society, Volume 53, Issue 1, pp 1–32.
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