Sunday, March 20, 2011

Comentarios al Libro "Gobiernos de Izquierda en Latinoamérica. Éxitos y Fracasos"

Uno de los temas políticos más complejos en Latinoamérica es el del papel de los partidos de izquierda, su relación con la sociedad, el modelo económico que representan, y su desempeño general una vez alcanzan el poder. Las dificultades que han vivido estos partidos en la región se remontan por lo menos al inicio de la guerra fría con la estrategia de contención del comunismo liderada por los Estados Unidos. Durante este período y gracias a su valor geopolítico, Latinoamérica sirvió de campo de ensayo de estrategias que buscaban detener el eventual avance de gobiernos de izquierda. Es así como aparecen el golpe de Estado a Jacobo Arbenz en Guatemala, a Salvador Allende en Chile, las dictaduras militares en varios países del sur del continente, y la represión generalizada a estudiantes, trabajadores, intelectuales y demás ciudadanos que se consideraran amenazas al modelo económico que se buscaba defender.

El fin de la guerra fría abre la posibilidad real de que partidos de izquierda puedan ascender al poder local y nacional en varios de los países de la región. La materialización de estas expectativas representa, sin duda, un hito en la historia reciente del continente. Sin embargo, luego de algunos años tras los primeros ascensos de la izquierda al poder, surgen (o retornan) algunas preguntas: ¿Qué intereses representa un gobierno de izquierda?; ¿Qué se puede esperar de un gobierno de izquierda?; ¿Bajo qué estándares se debe calificar a un gobierno de izquierda?; ¿Qué hace diferente a un gobierno de izquierda de sus competidores?

El libro "Gobiernos de Izquierda en Latinoamérica. Éxitos y Fracasos", editado por Kurt Weiland, Raúl L. Madrid y Wendy Hunter, intenta abordar algunas de estas preguntas a partir del estudio de cuatro países Latinoamericanos donde la izquierda ha llegado al poder en los últimos años: Bolivia, Brasil, Chile y Venezuela. Define a la izquierda por su interés en la búsqueda de equidad social, justicia y solidaridad; por oponerse a toda clase de diferencias por status, ser igualitaria, anti jerárquica y buscar la no-discriminación; finalmente, argumenta Weyland, los gobiernos de izquierda persiguen estos objetivos a través de una activa intervención del Estado. Desde luego, los gobiernos de Morales en Bolivia, Lula en Brasil, Lagos y Bachelet en Chile y de Chávez en Venezuela, en mayor o menor medida satisfacen estas características. El estudio se centra específicamente en los logros que estos gobiernos han traído a sus países.

El capítulo introductorio clasifica a los gobiernos en un continuo desde moderados a contestatarios de acuerdo a temas como sus relaciones con la oposición y con Estados Unidos, así como sus visiones en temas como respeto a las instituciones democráticas, globalización y neoliberalismo. De esta forma, ubica a Brasil y Chile dentro del grupo de moderados, y a Bolivia y Venezuela dentro de los contestatarios. El escenario en que se procede a evaluar a cada uno de estos países es en términos de desempeño económico de mediano y largo plazo, logros en materia social y tipo de democracia que favorecen (participativa o representativa).

En su análisis de Venezuela, Javier Corrales muestra que el gobierno de Chávez representa una ruptura frente al pasado en términos políticos pero una continuidad en temas económicos. La primera se hace manifiesta en la concentración de poderes por parte del ejecutivo, los costos crecientes de estar en la oposición, el deterioro de mecanismos de control político y la reducción en la libertad de prensa. Por su parte, la continuidad en el modelo económico se refiere a la dependencia del petróleo y la implementación de políticas similares a las que caracterizaron el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones que caracterizó a los gobiernos en la década de los 70s; en particular, el de Carlos Andrés Pérez. Adicionalmente, cuestiona el papel de las fuerzas armadas en el gobierno, el incremento en el gasto militar y su papel en cargos públicos, empresas estatales e incluso su capacidad de ser la única institución con poder de veto al presidente (al menos informalmente).

El autor cuestiona la sostenibilidad del modelo económico actual y critica la promoción de la democracia participativa con referendos y múltiples elecciones. De forma similar, le resta importancia a los avances en materia social y argumenta que los logros alcanzados son únicamente el resultado de mayores rentas petroleras y no de una mayor atención al gasto social. Sin embargo, a pesar de la importancia del petróleo en el gobierno de Chávez, el autor explica que la carencia del recurso no necesariamente significaría un colapso del mismo ya que, como muestra la literatura del tema, aunque la falta de recursos afecta duramente a las democracias, no ocurre lo mismo con regímenes autocráticos.

El capítulo dedicado a Bolivia -con seguridad el más débil del texto- cuestiona la agenda económica de Evo Morales y resalta las tensiones políticas que ha sufrido el gobierno durante estos años. Desde esta perspectiva, el debate político parece haberse convertido en un juego de suma cero, con temas sensibles como referendos para autonomía regional, nombramientos de jueces para la Corte Constitucional y la aprobación de una nueva constitución. En particular, resultan problemáticas las diferencias que aparecen entre las constituciones de las nuevas entidades autónomas y la constitución nacional. El autor cuestiona los avances en términos de desigualdad, competitividad, productividad y manejo de recursos naturales, y pone en duda la sostenibilidad de los avances logrados por la administración actual.

El caso de Chile es el que recibe un tratamiento más completo y, a la vez, el más favorable por parte de sus autores. Allí se destacan los logros en términos de reformas políticas frente al legado de los años de la dictadura de Pinochet, como la eliminación de la figura de Senadores vitalicios, reformas a leyes de financiamiento de campañas políticas en aras de generar mayor pluralismo y la subordinación del ejército a los civiles. Así mismo, se destacan logros en términos de reformas en el mercado de trabajo y en áreas de política social –Salud, Seguro de Desempleo y Pensiones, principalmente- al igual que el avance en la legislación en temas como el aborto y el divorcio donde las leyes Chilenas son las más conservadoras del continente. Todo esto va acompañado de una política económica conservadora, que sigue las restricciones internacionales y que persigue la estabilidad macroeconómica por encima de cualquier otro objetivo.

No obstante, prevalecen importantes dificultades en términos de los vínculos entre las élites de los partidos de izquierda y la sociedad civil, lo que dificulta la movilización de la población para fines políticos. Como lo explican los autores, esto es resultado de la experiencia durante la dictadura y las dificultades financieras que enfrentan estos partidos durante períodos diferentes a las campañas.

Por último, los dos capítulos dedicados a Brasil coinciden en atribuirle los logros de las administraciones de Lula a las políticas heredadas del gobierno de Fernando Henrique Cardoso e, incluso, de Fernando Collor de Melo. Para los autores, estos gobiernos establecieron un rumbo en términos del manejo económico y programas de asistencia social a los que el gobierno de Lula dio continuidad. Así, argumentan que Brasil durante los últimos años alcanzó éxitos moderados en términos de crecimiento, desempleo e inflación; logros mucho menores en temas políticos y peor aún en temas sociales, donde lo consideran una gran decepción. Igualmente cuestionan la legitimidad del gobierno de calificarse de izquierda al darle prelación a un modelo económico de acumulación capitalista donde las grandes compañías agroindustriales y financieras pudieron expandirse libremente.

La lectura de "Gobiernos de Izquierda en Latinoamérica" deja un doble sinsabor. Por un lado, se percibe cierta desconexión entre los capítulos: análisis diferentes, hipótesis diferentes (o la ausencia total de ellas), y afirmaciones sin mayor respaldo empírico o discusión. Sin embargo, al mismo tiempo se percibe cierta unanimidad de criterios para juzgar países con realidades históricas bastante diferentes como es el caso de Bolivia y Chile, aunque estos criterios no se apliquen en todos los casos. Por ejemplo, en el caso del primero, ignorar temas como la inclusión de pueblos indígenas, los cambios sociales y culturales así como en términos del impacto sobre la identidad nacional y las reivindicaciones históricas de estos pueblos, resulta una omisión trascendental.

Adicionalmente, el libro no hace una importante contribución en términos del entendimiento de la región y sus dificultades; la clasificación que hace es bastante estándar en la literatura y las apreciaciones sobre cada uno de los gobiernos son de conocimiento común. La ausencia de una hipótesis general sobre la cual se desarrollen los diferentes capítulos, acompañada de la superficialidad en algunos de ellos, hacen de la lectura un recuento de información más que un análisis sistemático de la misma.

Finalmente, dada la trascendencia del tema, la muestra incluida en el estudio es bastante limitada. Países como Argentina, Ecuador, Nicaragua y Uruguay quedan relegados a una breve sección del capítulo final, y sólo se hacen breves comentarios respecto a otros que en algún momento se han considerado de izquierda. (Contrasta esto con el caso de Brasil, al que se le dedican dos capítulos) Nuevamente, al no haber una clara hipótesis de trabajo (aparte de que a los moderados les va mejor), la validez interna y externa del estudio es bastante limitada.

Más allá de los problemas metodológicos del texto, la mayoría de los capítulos tienden a subestimar los logros alcanzados por la izquierda durante los últimos años y, en el peor de los casos, mostrarlos como el resultado esperado tras las políticas de gobiernos pasados. Si este es el caso, sería interesante ver un ejercicio contra-factual donde los partidos que hubieran asumido el poder fueran de una orientación ideológica diferente a la que realmente ocurrió. Es decir, ¿son los logros limitados de estos gobiernos el resultado de un abandono de la agenda política que los caracteriza (al menos a nivel teórico), o es este el desempeño esperado, dadas las restricciones políticas, económicas, sociales e históricas que estos enfrentan? Propongo un ejemplo: mientras en Brasil el coeficiente de Gini -que mide la desigualdad económica- cayó cerca de diez puntos durante el gobierno de Lula, en Colombia, donde durante estos años gobernó la derecha, este indicador creció en cerca de tres puntos. ¿Cuál habría sido el resultado en Brasil si las condiciones políticas hubiesen sido diferentes? El texto no responde este tipo de preguntas.

Para terminar, en cuanto a las conclusiones generales de la investigación, es claro que los gobiernos que han optado por estrategias más moderadas han tenido un mejor desempeño en temas sociales, políticos y económicos. Si bien esto no es una gran novedad, vale la pena tenerlo en cuenta como un referente respecto a los partidos y políticos que ofrecen cambios radicales frente al status quo, cuando son comparados con aquellos que proponen ajustes graduales. No es nuevo que el ajuste gradual suele brindar cambios más trascendentales que las revoluciones de un dia.