Thursday, October 7, 2010

Ecuador: Golpe o no, Prueba del Círculo Vicioso de la Democracia en Latinoamérica

-Correa en el balcón presidencial-
El jueves pasado presenciamos lamentables hechos en el vecino Ecuador y tras una semana de su ocurrencia la información al respecto sigue siendo confusa. Las versiones cambian radicalmente dependiendo del medio que se siga y mientras unos se empecinan en negar la existencia de un intento de golpe de Estado, otros utilizan cada pieza de información disponible para mostrar que efectivamente sí lo hubo. En este contrapunteo que tal vez no termine, lo que se está pasando por alto es la debilidad de la democracia, que hoy se hace evidente en Ecuador, pero que es latente en muchos otros países de la región y que ha sido ya probada en tantas otras ocasiones.

A pesar de los argumentos que ofrecen quienes se oponen a la teoría del intento de golpe, la historia del país suramericano y de la región en su conjunto impide rechazar esta hipótesis a menos que la evidencia sea contundente. A lo largo del siglo XX, e incluso ya entrados en el XXI, en repetidas ocasiones hemos visto presidentes de la región ser reemplazados por mecanismos que nada tienen que ver con las prácticas democráticas a las que se aspira. Al mismo tiempo, llama la atención que durante los últimos años, cuando pareciera haberse alcanzado el triunfo de la democracia, los gobiernos de la región que se han visto desestabilizados -Venezuela, Honduras, Bolivia, Ecuador- comparten ideologías políticas poco favorables a los intereses de los sectores típicamente privilegiados de la sociedad, así como de gobiernos y compañías extranjeras. La teoría del golpe es difícil de rechazar.

No obstante, también seguimos viendo cómo presidentes con niveles de aceptación moderados o altos utilizan su popularidad para adelantar reformas constitucionales que les garanticen su permanencia en el poder, para reducir el alcance de las otras ramas del poder público, o que simplemente desconozcan la constitución y gobiernen respondiendo sólo a su propia voluntad. La volátil y no pocas veces fácilmente manipulable opinión pública, resulta ser un cómplice inconveniente de estas prácticas.

Al mismo tiempo, Latinoamérica muestra una evidencia histórica de bajo respeto por las reglas -esto, desde luego, no es exclusivo de sus presidentes-, una falta de comprensión acerca de las prácticas democráticas, y una falta de confianza en la democracia misma. En este escenario, el carácter carismático de algunos líderes políticos llega a hacerlos ver como "imprescindibles" o "irremplazables", situación que estos no dudan en utilizar en su provecho.

Con este panorama desolador, las protestas de diferentes sectores, que serían fenómenos normales en cualquier democracia desarrollada, terminan convertidas en insurrecciones armadas por parte de las instituciones que tienen el monopolio del uso de la fuerza, mientras los regímenes políticos colapsan o quedan al borde del abismo. Si el líder cae, como en el caso de Honduras el año pasado, se establece un nuevo régimen pasando por encima de la constitución; en caso contrario el régimen sale fortalecido, como en el caso presente de Correa.

Lo más probable es que lo visto la semana pasada en Ecuador sí haya sido un intento de golpe de Estado, y en ese sentido la actitud de respaldo por parte de los países de la región y de la Organización de Estados Americanos es acertada: el peso de la historia es muy elevado como para pensar de otra manera. Pero más allá de lo que se descubra en los próximos días acerca de la naturaleza de estos hechos, lo que queda manifiesto es la debilidad del sistema político, y el círculo vicioso donde el bajo respeto por la democracia -por parte de gobernantes y ciudadanos- genera resultados nefastos. La pregunta de dónde empieza la cadena que desata todos estos acontecimientos pasa a un segundo plano cuando hablamos de situaciones de abuso de poder, así como de escenarios donde el acceso a este por medio de la fuerza es siempre considerado como una alternativa viable: tan condenable una como la otra.

Adenda:
Antes de terminar este escrito me enteré de la gran noticia acerca del Premio Nobel de Literatura para Mario Vargas Llosa. Una de sus visiones de latinoamérica ha sido que nuestra tendencia a crear mundos imaginarios y vivir en la irrealidad ha permitido en las artes la creación de obras majestuosas como las de Frida Kahlo, García Márquez, Botero o Cortázar. Sin embargo, la misma falta de realismo aplicado en la política ha significado experiencias desastrosas para toda la sociedad. Un primer paso consistente en el respeto a la democracia, es precisamente una dosis de ese realismo que tanta falta nos hace; de dejar de soñar con soluciones inmediatas y de la necesidad de construir el futuro en cada acto diario. Ojalá que el reconocimiento que hoy recibe este gran escritor sirva como un llamado de atención en esa dirección.
Mario Vargas Llosa

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