En días pasados escribí en favor de la decisión del parlamento Catalán de prohibir las corridas de toros a partir de 2012. Decía entonces que si bien la decisión fue tomada más por motivos políticos que por razones relacionadas directamente con el trato de los animales, era, sin duda, un motivo de celebración para los defensores de los derechos de los animales en todo el mundo.
Luego de casi un año desde que la discusión del tema en Colombia fuera archivada, este lunes la Corte Constitucional la retoma con el fin de definir la Ley de Protección Animal. A diferencia del caso Catalán también se incluyen en el cerrado debate otras prácticas de similar naturaleza como las corralejas y las peleas de gallos.
En el debate anterior en Colombia la posición del procurador Alejandro Ordoñez fue en favor de los seguidores de la tauromaquia "por considerar que se trataba de celebraciones arraigadas en la cultura de los pueblos", posición compartida por muchos de quienes disfrutan esta práctica. Vuelvo a lo que expresaba en mi entrada anterior sobre el tema: que una práctica se haya llevado a cabo a lo largo de la historia no es un argumento de peso para seguirla realizando; las sociedades se equivocan todo el tiempo, algunas veces se dan cuenta de sus errores y en otras menos tienen el valor de corregirlos. Pensemos en el circo romano, los sacrificios de vírgenes para hacer llover o el castramiento de jóvenes con voces hermosas: todas estas fueron prácticas muy arraigados a las tradiciones de sus pueblos, aberrantes en extremo, desde luego, pero que poco a poco se fueron superando. Si bien estamos atados a lo que hemos sido históricamente, no es correcto enorgullecernos de nuestros errores, más aún cuando los hemos visto de forma clara y tenemos ejemplos de otras sociedades que los han corregido.
Si la prohibición de los toros en el caso Catalán fue por razones políticas pues si quieren también hay razones políticas de sobra para su prohibición en el caso colombiano: estamos orgullosos de la lengua que nos trajo España, de sus grandes escritores, de la forma como sus guitarras penetraron nuestra música, de su exquisita cocina, y de muchas otros aspectos de su rica cultura. Pero somos un pueblo maduro; somos capaces de tomar lo que nos gusta y rechazar lo que nos parece incorrecto; así que también podemos mostrar nuestra madurez política rechazando la barbarie que rodea al toreo por más arraigada que esta práctica se encuentre a nuestra herencia española.
Ahora, quitándole el tinte político y centrándonos específicamente en la decisión que nuestros magistrados tomarán el miércoles, que sea la oportunidad para que gallos, toros y demás animales que son torturados en Colombia no sigan siendo una extensión de la ya alta carga de violencia en que hemos vivido todos estos siglos. Que seamos capaces de rectificar los errores históricos y tomar un rumbo más acorde con los tiempos en que vivimos. Que continúe la serie de decisiones ejemplares tomadas por la Corte Constitucional y que tanto bien le ha hecho al país.
Ya tendremos oportunidad de discutir acerca de esta decisión,...
pd. El tema de las libertades, que ha sido también un argumento importante en este debate, lo discuto en detalle aquí.
Luego de casi un año desde que la discusión del tema en Colombia fuera archivada, este lunes la Corte Constitucional la retoma con el fin de definir la Ley de Protección Animal. A diferencia del caso Catalán también se incluyen en el cerrado debate otras prácticas de similar naturaleza como las corralejas y las peleas de gallos.
En el debate anterior en Colombia la posición del procurador Alejandro Ordoñez fue en favor de los seguidores de la tauromaquia "por considerar que se trataba de celebraciones arraigadas en la cultura de los pueblos", posición compartida por muchos de quienes disfrutan esta práctica. Vuelvo a lo que expresaba en mi entrada anterior sobre el tema: que una práctica se haya llevado a cabo a lo largo de la historia no es un argumento de peso para seguirla realizando; las sociedades se equivocan todo el tiempo, algunas veces se dan cuenta de sus errores y en otras menos tienen el valor de corregirlos. Pensemos en el circo romano, los sacrificios de vírgenes para hacer llover o el castramiento de jóvenes con voces hermosas: todas estas fueron prácticas muy arraigados a las tradiciones de sus pueblos, aberrantes en extremo, desde luego, pero que poco a poco se fueron superando. Si bien estamos atados a lo que hemos sido históricamente, no es correcto enorgullecernos de nuestros errores, más aún cuando los hemos visto de forma clara y tenemos ejemplos de otras sociedades que los han corregido.
Si la prohibición de los toros en el caso Catalán fue por razones políticas pues si quieren también hay razones políticas de sobra para su prohibición en el caso colombiano: estamos orgullosos de la lengua que nos trajo España, de sus grandes escritores, de la forma como sus guitarras penetraron nuestra música, de su exquisita cocina, y de muchas otros aspectos de su rica cultura. Pero somos un pueblo maduro; somos capaces de tomar lo que nos gusta y rechazar lo que nos parece incorrecto; así que también podemos mostrar nuestra madurez política rechazando la barbarie que rodea al toreo por más arraigada que esta práctica se encuentre a nuestra herencia española.
Ahora, quitándole el tinte político y centrándonos específicamente en la decisión que nuestros magistrados tomarán el miércoles, que sea la oportunidad para que gallos, toros y demás animales que son torturados en Colombia no sigan siendo una extensión de la ya alta carga de violencia en que hemos vivido todos estos siglos. Que seamos capaces de rectificar los errores históricos y tomar un rumbo más acorde con los tiempos en que vivimos. Que continúe la serie de decisiones ejemplares tomadas por la Corte Constitucional y que tanto bien le ha hecho al país.
Ya tendremos oportunidad de discutir acerca de esta decisión,...
pd. El tema de las libertades, que ha sido también un argumento importante en este debate, lo discuto en detalle aquí.
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