En un artículo reciente en el Journal of Democracy, Michael Shifter –Presidente del Diálogo Interamericano, un centro estadounidense de estudios políticos- destaca la presencia de una tendencia en Latinoamérica hacia la reducción del espectro ideológico, acompañada de una estabilización hacia el centro del mismo. Respalda su afirmación con diferentes encuestas de opinión pública en la región, resultados de elecciones en varios países y medidas de política por parte de sus gobiernos. Desde su perspectiva, los discursos de algunos líderes políticos intentan mostrar la presencia de diferencias ideológicas que en la práctica realmente no existen, o al menos no de forma tan marcada.
Así, aunque Shifter coincide con la mayoría de estudiosos de la región, en señalar un viraje hacia la izquierda, aclara que el equilibrio en el espectro ideológico aún se encuentra ligeramente cargado hacia la derecha pero con opciones mucho menos polarizadas que hace una década. Adicionalmente, la creciente independencia frente a Estados Unidos ha permitido a varios de los países Latinoamericanos poner mayor énfasis sobre la agenda socioeconómica, aspecto que no es bandera de la política económica de la potencia mundial. Para el autor, se ha alcanzado un “nuevo consenso” en torno a los enfoques de política económica y social, que consiste en complementar las políticas características del Consenso de Washington con políticas dirigidas a atacar los problemas perennes de pobreza y desigualdad económica de la región. Las fórmulas de disciplina fiscal, privatización, desregulación de la economía y liberalización del comercio han sido acompañadas por importantes políticas de carácter social como los exitosos programas de transferencias condicionales de dinero.
Parte de la confianza en el enfoque de política social y económica adoptado se debe al éxito relativo con que fue afrontada la crisis económica de 2009; sólo México y Centroamérica, cuyas economías son altamente dependientes de la de Estados Unidos, se vieron notablemente afectadas por la crisis. El resto de la región logró superar la prueba de forma satisfactoria y, en casos como Brasil, a la estabilidad macroeconómica se le suman importantes logros en temas sociales. Esto sin olvidar que Latinoamérica es la región más desigual del mundo y que aún mantiene altos índices de pobreza que, como lo señala el texto, son una de las causas que más ha dificultado el desarrollo de una democracia robusta.
La tendencia hacia el centro que se ha observado en los últimos años se debe parcialmente al desencanto de amplios sectores de la población –principalmente los votantes más jóvenes- con prácticas políticas tradicionales características de períodos de mayor polarización. Así, es de destacar la fuerza electoral que alcanzaron algunos políticos parcialmente fuera del debate izquierda-derecha como Antanas Mockus en Colombia, Marco Enríquez-Ominami en Chile, o Marina Silva en Brasil. Es igualmente importante la cercanía ideológica entre la mayoría de los candidatos a la Presidencia en cada uno de estos países, donde las diferencias radicaban más en estilo y personalidad que en propuestas políticas de fondo. Adicionalmente, en países que han mostrado un viraje hacia la izquierda -lo que resulta “problemático” para algunos analistas-, es de destacar la disciplina fiscal de Morales en Bolivia o el pragmatismo de Ortega en Nicaragua; esto es prueba adicional de la generalidad en la aceptación de cierto tipo de políticas.
Pero, ¿qué tan estable puede llegar a ser el equilibrio del que habla Shifter en su artículo? Como él mismo lo reconoce, la región aún enfrenta importantes retos en temas económicos, sociales y un largo camino por recorrer en cuanto a la fortaleza de sus instituciones políticas, sus sistemas judiciales y las altas tasas de criminalidad. Otro artículo en el mismo número de la revista discute la dificultad de alcanzar estabilidad política y seguridad en una región donde el Estado es ausente en múltiples partes del territorio, lo que genera simultáneamente amenazas para la seguridad individual y la seguridad nacional. En algunos casos, la presencia de estos retos puede conducir a dificultades importantes del sistema político y, por ese camino, abrir la puerta a opciones ideológicas por fuera del centro del espectro ideológico hacia el que tiende la región.
No obstante, los problemas no terminan allí. Más allá de la violencia urbana y el crimen organizado que encuentra su origen en la vasta desigualdad socio-económica, los intentos de corregirla representan ataques directos a grupos poderosos económica y militarmente. Como es de esperarse, estos grupos no están dispuestos a ceder su posición favorable por mecanismos pacíficos, con lo cual pueden generar una fuerte polarización ideológica. Ejemplo de esto son los carteles de la droga en México y Centroamérica, o las bandas criminales emergentes (BACRIM) que surgieron del proceso incompleto de desmonte del paramilitarismo en Colombia.
La presencia de estos grupos con grandes intereses políticos y económicos, acompañados de los problemas sociales que han caracterizado históricamente a Latinoamérica, pueden generar rupturas irreparables en la tendencia hacia el equilibrio ideológico que describe Shifter.
Adicionalmente, dada la tradición de prácticas clientelistas presentes en la región, no es de sorprender que la pérdida de fuerza del debate ideológico sea utilizada precisamente para que políticos que defienden los intereses de estos grupos, co-opten partidos políticos con una ideología débil. Esto les permitirá alcanzar el poder, seguir defendiendo el statu quo y, así, detener la tendencia progresista que han mostrado algunos países y que varios otros están aún por iniciar. A menos que se solucionen estos problemas de fondo, a pesar de las señales que muestra el escenario político, es apresurado hablar de un fin de la confrontación ideológica en Latinoamérica.
Adicionalmente, dada la tradición de prácticas clientelistas presentes en la región, no es de sorprender que la pérdida de fuerza del debate ideológico sea utilizada precisamente para que políticos que defienden los intereses de estos grupos, co-opten partidos políticos con una ideología débil. Esto les permitirá alcanzar el poder, seguir defendiendo el statu quo y, así, detener la tendencia progresista que han mostrado algunos países y que varios otros están aún por iniciar. A menos que se solucionen estos problemas de fondo, a pesar de las señales que muestra el escenario político, es apresurado hablar de un fin de la confrontación ideológica en Latinoamérica.
Adenda
El artículo de hoy de Maria Jimena Duzán en la Revista Semana tiene un análisis interesante acerca de las consecuencias de este tipo de estabilización ideológica para el caso particular de algunos políticos colombianos. Recomiendo su lectura.
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El artículo de hoy de Maria Jimena Duzán en la Revista Semana tiene un análisis interesante acerca de las consecuencias de este tipo de estabilización ideológica para el caso particular de algunos políticos colombianos. Recomiendo su lectura.
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Referencias: